Manuel Monereo es, jurista e investigador del Centro de Estudios Político y Social de España.
Foto: Leandro Chávez
Las venas siguen abiertas
El mundo no es el mismo después de la debacle financiera. Según el investigador español Manuel Monereo, las turbulencias redistribuyeron los ejes de poder. Para posicionarse en este escenario, la región debería apostar por la integración política, económica y militar entre sus países. “Si no lo hace, se perderá un tren que es irreversible”, asegura.
Cuando en septiembre del año pasado cayó Lehman Brothers y se desató la crisis mundial, de inmediato surgieron miles de elucubraciones sobre el rumbo que tomaría el mundo en ese momento. A más de un año del inicio de ese descalabro y con más antecedentes en la mano, se han hecho análisis bastante crudos. Uno de ellos es el que plantea el politólogo, jurista e investigador del Centro de Estudios Político y Social de España, Manuel Monereo.
El investigador participó el jueves en un seminario organizado por el Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, en el que se analizó la situación de América Latina postcrisis económica. El diagnóstico de Monereo fue claro: el continente tiene que potenciar hoy la integración entre sus naciones. A su juicio, no existe otro camino.
Según el experto español, la crisis económica generó un nuevo orden global. “Estamos viendo una redistribución muy fuerte del poder mundial, donde nuevos actores están emergiendo como grandes superpotencias. Vuelven los grandes actores continentales, como Rusia y Brasil, y el centro económico del mundo se está redistribuyendo a Asia, principalmente. Por otro lado, Estados Unidos seguirá siendo la superpotencia por una temporada larga, pero se encuentra con gravísimas dificultades económicas y siempre con la tentación de encontrar en el sur la reserva estratégica que le permita mantenerse en una situación de privilegio en las relaciones internacionales”, plantea.
-En ese escenario postcrisis, ¿qué rol le corresponde a Latinoamérica?
-Tendrá que plantearse de nuevo y en serio la integración económica, política, social y militar. Esa necesidad se hace más evidente después de la crisis. La única posibilidad que tiene es dar un salto de cualidad con tres objetivos fundamentales. Primero, actuar como sujeto político en este cambio de escenario mundial. Segundo, negociar en serio con las grandes transnacionales, que siguen siendo los sujetos económicos decisivos. Y tercero, negociar con Estados Unidos. Plantearse una nueva independencia. Esa mayor autonomía es lo que se verá inexorablemente en este próximo período. Si no es así, América Latina tendrá grandes dificultades, porque, dada la dimensión de los actores en juego, cada uno de los países no tendrá la fuerza para situarse bien en este nuevo contexto.
-¿Cuáles serían las dificultades que se presentarían si no da ese salto?
-Principalmente, dificultades económicas. La crisis está significando una contracción del crédito a nivel mundial de grandes proporciones, el mercado internacional se restringió y, además, ha provocado efectos devastadores en las economías internas. Y si bien este shock pilló a América Latina con muchas mejores reservas, puede durar un largo tiempo, generando en el futuro problemas de deuda.
-¿Qué es lo que deben hacer en la práctica los países del continente?
-Varias cosas. Primero, generar una unidad que sea en serio y políticamente conducida. Segundo, hacer que los pueblos noten que esa unidad servirá para algo. Si esto es sólo un proceso de la elite económica o de lo estadistas, no resultará. Hay que implicar a los pueblos y hablarles de que el viejo proyecto de la patria grande y de la unidad latinoamericana es un proyecto atractivo. Y por último, esto se hace rompiendo con los moldes del neoliberalismo. Después de tres décadas, está en crisis como pensamiento, pero no así como realidad social.
-El modelo neoliberal es el que impera en América Latina y el resto del mundo…
-Ese es el problema de fondo. Pero hay una contradicción terrible: todo el mundo sabe que el neoliberalismo está en crisis, pero no hay una alternativa política que lo sustituya. El problema es que las crisis se irán reproduciendo.
-Los expertos aseguran que cada cierto tiempo se producirán burbujas en el sector financiero.
-La primera burbuja que se hinchará es la del salvataje bancario, porque son absurdas las subidas de las bolsas cuando la economía real está por los suelos en todas partes. ¿Por qué se están disparando? Por la inyección de millones de dólares que se le ha dado a la banca y a la bolsa. Eso ha creado un optimismo fácil.
-Cuando hablamos de integración, ¿qué nivel requiere ese proceso?
-Eso hay que definirlo. La integración es tener mayor autonomía energética, alimentaria, en recursos naturales y ponerse de acuerdo en el cambio de la matriz productiva de los países. Y, por otro lado, lo que yo llamaría una autonomía político-militar.
-No sería un proceso sencillo. En el continente se han promovido iniciativas que no han prosperado, como el anillo energético.
-Pero cada cual tiene su propia variante. Más que en grandes principios, hay que buscar acuerdos concretos, no grandes palabras. Por ejemplo, decir que vamos a crear una cooperación activa y fuerte para concentrarnos en el problema energético o cómo logramos que la unión de naciones latinoamericanas se comprometa a ser más autónoma y prioriza a países como Chile, que no tiene energía propia.
-¿Una integración más práctica que ideológica?
-Claro, buscar políticamente grandes acuerdos sobre temas concretos y sobre eso ir creando instituciones supranacionales, que supervisen esos acuerdos, que los pongan en marcha y que vayan más allá de las palabras de que somos latinoamericanos y que nos queremos mucho. La construcción de un polo de poder económico, político y militar es decisiva para cada uno de los pueblos latinoamericanos. Si eso no se hace, se perderá un tren que es irreversible.
-¿A quién le corresponde liderar ese proceso de integración en América Latina?
-Brasil. Son los grandes países del sur, como Brasil, Chile y Argentina, los que tiene capacidad de tirar a otras naciones como Bolivia y Perú. El liderazgo se gana con poder y Brasil lo tiene.