"Pancarta en una Acampada. Mayo-Junio 2011". |
Los resultados electorales son tan claros y rotundos que lo evidente puede ocultar lo que esta pasando en una sociedad cada vez más traumatizada, donde la inseguridad y el miedo al futuro se convierte en un dato decisivo de la vida pública. Lo fundamental, a mi juicio, es la idea de fin de ciclo (económico, social, político) que expresa la conexión profunda entre los dos hechos sociales que han protagonizado nuestro presente más cercano: a) la dinámica político-electoral, con la crisis del zapaterismo y el ascenso de la derecha en su centro; b) la movilización social y la acción colectiva que ha, literalmente, echado a las gentes a las plazas y a las calles criticando con mucha convicción la política (y a los políticos) existente y proponiendo una democracia real ya para todos y todas.
Que el movimiento emergiera en precampaña y campaña electoral dice mucho de esta conexión profunda y da luz sobre las características del mismo: reformar la política, denunciar el insoportable predominio de los "poderes salvajes" del capital y la práctica de la autoorganización, la democracia participativa como instrumento e identidad. Mucho para tampoco tiempo. Una cosa más; lo espontáneo se define, en este caso, como lo opuesto a lo dirigido: nada ha sido más moral e intelectualmente preparado que este movimiento, simplemente que las practicas organizativas y los imaginarios movilizados van más allá de lo políticamente normalizado y que el factor tiempo-espacio construido han jugado en favor de un sector social que vivía algo más que indignado.
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Los resultados, como antes se dijo, han sido contundentes: 1) derrota espectacular del PSOE; 2) avance consistente, más en poder que en votos, de la derecha; 3) moderado incremento de IU; 4) aparición, sobre todo en Madrid, de UPyD y la consolidación de fuerzas nacionalistas provenientes de la izquierda en Aragón, Baleares, Canarias y Valencia. 5) los destacadísimos resultados de Bildu, en un contexto donde las derechas nacionalistas consolidan su hegemonía y se preparan, con más o menos entusiasmo, a cogobernar con el PP.
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Los resultados, como antes se dijo, han sido contundentes: 1) derrota espectacular del PSOE; 2) avance consistente, más en poder que en votos, de la derecha; 3) moderado incremento de IU; 4) aparición, sobre todo en Madrid, de UPyD y la consolidación de fuerzas nacionalistas provenientes de la izquierda en Aragón, Baleares, Canarias y Valencia. 5) los destacadísimos resultados de Bildu, en un contexto donde las derechas nacionalistas consolidan su hegemonía y se preparan, con más o menos entusiasmo, a cogobernar con el PP.
De estos datos convendría fijarse, en primer lugar, en el enorme poder autonómico y local del que va a gozar el Partido Popular. Mariano Rajoy planteó estas elecciones como unas primarias, en la práctica un referéndum contra Zapatero y el gobierno del PSOE. En el horizonte, un posible gobierno de la derecha por mayoría absoluta y, extremadamente importante, la llegada del PP al gobierno Andaluz. La pregunta que habría que hacerse es si estamos ante una simple alternancia o hay algo más en juego. Mi opinión es que haríamos mal en subestimar lo que significaría aquí y ahora un gobierno de la derecha, sobre todo por tres razones que creo relevantes: la gravedad y hondura de la crisis económica, la enorme debilidad del movimiento obrero y sindical y la dispersión, fragmentación y pérdida de sustancia social de las izquierdas en su conjunto.
La derecha lleva años a la ofensiva, ha movilizado a una parte sustancial de la sociedad civil y ha tejido toda una red de relaciones religiosas, políticas y culturales que la configuran como un bloque social con capacidad, no solo de mantenerse en el poder, sino de girar la política española mucho más allá de lo que nuestra debilitada Constitución permite. Es decir, el PP como estructura e institución, es la parte de un iceberg político-social que va mucho más allá de una simple alternancia política.
Otro dato sobresaliente es la debilidad de los resultados del partido socialista. Aquí retomo la idea de fin de ciclo. Zapatero expresa muy bien esta coincidencia de un fin de ciclo económico con un fin de ciclo político y social. Estamos ante la crisis del zapaterismo y con él se inicia un periodo de reestructuración, a mi juicio, del PSOE y, más allá, del conjunto de la izquierda española. Las miles de personas que van a dejar sus cargos y sus salarios del aparato del Estado será la primera manifestación, en años, de una pérdida de poder real y, de la debilidad del partido socialista como estructura organizativa, de sus escasas relaciones con la parte más activa de la sociedad civil y su carencia de un proyecto alternativo a un país y a unas instituciones en crisis.
Insistir en que la crisis del PSOE cuestiona al conjunto de la izquierda política y social expresa dos preocupaciones: una, las escasas posibilidades de que el partido socialista pueda protagonizar una oposición real al bloque de las derechas en el poder, máxime cuando las posibilidades de que eso que eufemísticamente se llama “rescate de España” esté a la vuelta de la esquina; otra, la debilidad de, lo diríamos así, área políticos-social de la izquierda alternativa.
La valoración de los resultados de IU, es casi una tradición, da lugar a interminables discusiones sobre cuanto se sube, como se sube y la responsabilidad en los resultados de las direcciones correspondientes. A mi juicio, los datos no son buenos: IU sube un punto (dos si se incluye a ICV), pero es claramente insuficiente dado el contexto político y social de país, marcado por el avance de la derecha, el retroceso del PSOE y miles de jóvenes (y no tan jóvenes) en las calles.
Antes he afirmado que la crisis del PSOE va a cuestionar al conjunto de la izquierda política, social e incluso cultural del país, sobre todo, esto se que es polémico, porque creo que lo que se está abriendo es una crisis de régimen. La primera reacción del PSOE ya la conocemos, poner fin a la etapa Zapatero y elegir a un líder capaz de reagrupar fuerzas y frenar la sangría; a final no habrá ni congreso ni primarias y el ministro del interior será entronizado como candidato a la presidencia del partido. La segunda, por lo que sabemos, IU propone una tímida convocatoria social y empiezan a detectase movimientos que van más hacia ulteriores fragmentaciones de espacios políticos muy debilitados que a la necesaria reagrupación y reconstrucción de la izquierda. Por último, el movimiento, con todas sus potencialidades y debilidades, sigue en marcha preparando una movilización muy importante para el día 19 reclamando otro tipo de democracia al servicio de un poder ciudadano activo y exigente.
En un contexto así, se que la propuesta parecerá quimérica pero hay que arriesgar. Izquierda Unida debería salir del ensimismamiento y clausura del sistema de partidos imperante, de la que ella es parte, y hacer tres sencillas propuestas:
1ª Poner a disposición sus estructuras organizativas, sus cargos públicos y su influencia social para proponer unas candidaturas unitarias al conjunto de la izquierda del Estado.
2ª Organizar una amplia convergencia política y social para elaborar colectivamente una propuesta político electoral de las izquierdas y los movimientos.
3ª Generalizar unas primarias de las izquierdas y de los movimientos para elegir las candidaturas.
Estas propuestas tienen un objetivo claro: aprovechar el periodo electoral para iniciar la construcción de una fuerza alternativa de la izquierda y pasar a la ofensiva político-cultural en momentos en que la derecha asoma con su peor cara y el PSOE se hunde sin estrategia y sin principios regeneradores capaces de movilizar a la sociedad.
Si esto no se hace, lo que viene será mucho peor. Las buenas gentes lo saben, el problema es ver si desde la izquierda seremos capaces de darles esperanzas y alternativas.
Manuel Monereo Pérez
Madrid, 10 de Junio de 2011