No hace demasiado tiempo, paseando por Córdoba, recordaba Julia Anguita, con
cierta sorna, que a él, en IU, le aprobaban los informes por unanimidad y que
luego cada cual hacía lo que le venía en gana.
En esta Asamblea, la primera cuestión que habría que recuperar es la
veracidad, la coherencia entre lo que dice y lo que se hace, huir del lenguaje
falsario y desterrar eso de que el papel “lo aguanta todo”.
Una segunda cuestión en la que merecería la pena detenerse tiene que ver
con la caracterización de la etapa histórica en la que vivimos, distinguiendo
entre normalidad y excepción. La historia avanza a saltos, el tiempo histórico
se comprime y acelera, las verdades y hábitos de la etapa de normalidad ya no
sirven. Lo fundamental es saber que vivimos una etapa de excepción histórica, de
agudización de los conflictos de clase y de ruptura con los fundamentos
tradicionales del poder.
Habría que hacer una tercera distinción: el factor tiempo es muy
importante. En esta Asamblea, en los debates que hemos tenido en estos meses
parecería que tendríamos todo el tiempo del mundo y no es así. En los periodos
de excepción se dan enfrentamientos frontales y se definen las correlaciones de
fuerzas futuras. Para decirlo con más claridad: en los próximos dos o tres
años, como mucho, se concretará si la reacción avanza o retrocede, si las
clases trabajadoras defenderán o no los derechos sociales y laborales
conquistados y si seremos capaces de construir una nueva sociedad de hombres y
mujeres libres e iguales, una democracia plebeya.
Esta Asamblea tiene por delante el debate de cuatro cuestiones
fundamentales planteadas en las tesis políticas: 1) la rebelión democrática; 2)
el proceso constituyente; 3) la construcción del “bloque político y social”; 4)
la necesidad de una “revolución interna” en IU como fuerza y como organización
política. Todo esto significa un giro radical, sustancial, que nos exigirán cambios
profundos en los modos de hacer y practicar la política, nuevas relaciones
entre trabajo en las instituciones y los movimientos sociales y, es fundamental,
formas de organización diferentes a las tradicionales. No es poca cosa.
Quisiera, en esta intervención, hacer referencia a algunas cuestiones no abordadas o insuficientemente analizadas
en las tesis políticas. La primera tiene que ver con el análisis y
caracterización de la crisis. Se trata, evidentemente, de una crisis
capitalista y, más allá, de la crisis de una entera civilización. Seguramente,
el aspecto más relevante sea la inaudita acumulación de “crisis en la crisis”,
es decir, una crisis económico-financiera que abre una crisis geopolítica y en
las relaciones internacionales, que profundiza al límite la crisis ecológico-social del planeta, y,
sobre todo, una crisis del “occidentalismo” como predominio político cultural
de la modernidad capitalista euroamericana.
En las tesis no se tiene suficientemente en cuenta los cambios
geopolíticos, destacadamente la decadencia de EEUU (y su aliado subalterno, la
Unión Europea) y el ascenso de nuevas potencias. Estamos en plena transición
geopolítica mundial y lo decisivo es la tendencia a la multipolaridad. Lo que
eso significa es una gigantesca redistribución del poder a nivel mundial. El
problema radical es que, históricamente, estas crisis se han resuelto siempre,
tarde o temprano, con la guerra, con la expansión del militarismo y con enorme
sufrimiento de las poblaciones. La lucha por la paz debería ser una prioridad
de nuestro trabajo.
Una segunda cuestión tiene que ver con la Unión Europea. Nuestra posición
es clara en este tema: el federalismo europeo que tradicionalmente hemos
defendido tiene que ser sustancialmente revisado. La “Europa alemana” impide
cualquier avance democrático y perpetúa las desigualdades sociales y entre
países. La cuestión del euro tiene que ser planteada con todo su radicalidad.
La tercera cuestión hace referencia a lo que algunos hemos llamado la
“crisis orgánica” del capitalismo español. Hablamos de toda una etapa histórica
que se ha cerrado: la que va desde los primeros gobiernos socialistas hasta el
2007. Lo básico es entender que esta crisis del patrón de acumulación
capitalista español abre una crisis de régimen, de Estado y de la política en
sentido fuerte. No voy a detenerme mucho aquí; subrayar, sobre todo, que detrás
de la crisis de régimen está el cuestionamiento profundo del bipartidismo político
dominante. Lo hemos dicho muchas veces y hoy conviene repetirlo: el
bipartidismo ha sido un modo de organizar el poder al servicio de aquellos que
no se presentan a las elecciones y detentan el poder económico, mediático y
cultural. La alternancia ha sido eso, diferencias entre partidos dominantes siempre
resueltas en favor de los poderes fácticos.
La pregunta que las tesis políticas no se hace es la siguiente: ¿Cómo
combatir realmente el bipartidismo? Aquí y ahora tenemos dos experiencias, la
andaluza, gobernar con el PSOE y la extremeña, dejar gobernar al Partido Popular
Este debate no puede ser eludido y tiene que realizarse a fondo, hasta sus
últimas consecuencias. Nuestra propuesta es también diáfana: no hay posibilidad
de regeneración democrática en nuestro que no pase por la ruptura con el
bipartidismo y la construcción de una gran fuerza democrático-popular (el
bloque políticos y social) que derrote a la derecha, le dispute la hegemonía al
PSOE y, no se debe de olvidar, neutralice a la extrema derecha emergente.
También en este tema el factor tiempo es muy importante. Los poderes
fácticos harán todo lo posible por perpetuar el bipartidismo (siempre con la
derecha catalana y vasca) y hoy andan extremadamente preocupados por la
decadencia del PSOE. Tenemos que hacer un enorme esfuerzo político para
construir el bloque político-social alternativo precisamente en un momento
donde el PSOE vive una crisis profunda. Hay que insistir: no tenemos todo el
tiempo del mundo.
La propuesta de un proceso constituyente es decisiva. Algunas veces
parecería que se trata de una posición
política voluntarista o arbitraria. No es así. Han sido los poderes económicos
los que han puesto en crisis el régimen
constitucional del 78 y han iniciado la transición hacia otro que bien
pudiéramos llamar de democracia oligárquica. Así de claro y evidente. Lo
fundamental es que se está haciendo sin tener en cuenta al soberano, es decir,
al conjunto de ciudadanos y ciudadanas. Reclamar un proceso constituyente es
reivindicar la soberanía popular y el ejercicio de los derechos y libertades violadas
por los poderes fácticos con la complicidad, hay que insistir una y otra vez,
del PP y del PSOE.
Para ir terminando, Cayo Lara ha venido poniendo el acento en algo que es
muy importante: IU gana votos y pierde afiliación. Él habla hasta de tragedia
por esta cuestión; verdaderamente lo es. La pregunta que habría que hacerse es
¿por qué? La cuestión podría plantearse del siguiente modo: hoy las clases
subalternas necesitan más que nunca organización, pero las viejas
formas-partido ya no sirven.
Fijémonos en dos asuntos para entender lo que se quiere decir. De un lado,
el predominio absoluto del eje electoral-institucional en el funcionamiento regular
de IU. Primera paradoja: nos institucionalizamos cada vez más cuando los
órganos representativos tienen cada vez menos poder y la democracia decide cada
vez menos. De otro lado, las viejas formas-partido tradicionales del movimiento
obrero habían socializado enormemente la política y sus modos de ejercerla. Hoy
lo que predominan son partidos de cuadros cada vez más profesionalizados y,
segunda paradoja, donde hacen política fundamentalmente los que viven de ella.
Para la izquierda transformadora esto es mortal.
Lo importante para el movimiento obrero organizado era que miles de hombres
y de mujeres dedicaban una parte de su tiempo libre a la cosa pública, a la
organización, al partido. Es lo que se ha llamado “una economía moral de la
multitud” o un “sector público voluntario”. Pues bien, necesitamos hoy más que
nunca formas de “socialización de la política” que promuevan el compromiso y el
trabajo voluntario de miles de hombres y mujeres; la auto organización social y
formas agregación social y económicas que generen un (contra) poder de los que no tienen el poder.
Manolo Monereo a 15 de Diciembre del 2012.