“De la crisis a la revolución democrática”, de Manolo Monereo, Ed. El Vejo Topo. |
El pensamiento
“fuerte” constituye un buen antídoto contra el relativismo y la
trivialidad. En tiempos en los que prolifera la tertulia de bajo coste y
el ruido mediático, volver al Pensamiento (político) con mayúsculas, a
la reflexión potente y a la inteligencia radical es también una
invitación a no perderse. Porque la política se ha reducido la mayoría
de las veces a un anecdotario banal, a declaraciones vacuas y a una
miríada de hechos sin contexto. De ahí la necesidad, para no
extraviarse, de volver a pensar con pausa, sano distanciamiento y, sobre
todo, encarando los problemas desde la raíz.
El último libro
del politólogo Manolo Monereo, “De la crisis a la revolución
democrática” (Ed. El Viejo Topo), se ofrece como una provechosa guía
para pensar. Pero no en el vacío, sino para entender los gravísimos
problemas del mundo actual: la devastadora crisis capitalista, sus
implicaciones políticas y las posibilidades de transformación que
emergen para la izquierda política y social. El libro, que incluye un
prólogo de Julio Anguita y un epílogo de Miguel Riera, director de El
Viejo Topo, viene atravesado por dos hilos rojos: las ideas de fondo,
“fuertes”, que explican el presente; y el compromiso, más bien la
militancia, del autor con la izquierda transformadora. Seguir leyendo
“De la
crisis a la revolución democrática” recoge una serie de artículos,
ponencias y entrevistas publicados por el miembro de la Asamblea Federal
de IU y del Frente Cívico en El Viejo Topo y Rebelión, entre septiembre
de 2008 y febrero de 2012. En los textos, una de las ideas fuerza en
las que machaconamente insiste el autor es el sustrato político de la
crisis económica. No hay que perderse en “brotes verdes”, discursos
sobre los emprendedores o la merma “estacional” del desempleo. La
economía, lo avanzaba Lenin, “es la política cristalizada y concentrada
en unas determinadas relaciones de poder. La moneda es poder y la
economía refleja unas relaciones de fuerza que sólo se pueden perpetuar
con los instrumentos, más o menos legitimados, de la violencia”. Más
claramente: “Las políticas en curso ponen de manifiesto que no hay sólo
salidas económicas de la crisis, más precisamente, que las salidas son,
en un sentido u otro, siempre políticas”, señala Monereo. Y “la
evolución de la crisis dependerá de la relación de fuerzas existente
(…)”.
Es por ello por lo que la izquierda ha de plantear
alternativas políticas que combatan el desencanto y la resignación.
Monereo no es neutral, ni busca amables equidistancias, ni se acomoda en
lo políticamente correcto ante un escenario crítico. Por esta razón
sugiere caminos por los que transitar: Primero, analizar el mundo desde
sus raíces, sin engañar ni engañarse (el realismo revolucionario que
proponía Manuel Sacristán hace muchos años); en segundo lugar, tomar
conciencia de que los proyectos que históricamente han dividido a la
izquierda están hoy agotados; tercero: la necesidad de reconstruir
imaginarios alternativos para la gente “común y corriente”; además, se
trata de definir a los enemigos (ponerles cara y ojos) y redimensionar
bien la vía electoral-institucional.
Cuando se habla y habla
de la actual crisis, sus causas y efectos, ¿Qué hay en el trasfondo?
¿Cuáles son las claves analíticas que uno debería manejar para no
perderse en la hojarasca? A juicio de Monereo, “estamos ante una salida
neoliberal a la crisis del neoliberalismo”. O, en otros términos, ante
una “lucha de clases” desencadenada desde arriba con escasa o nula
respuesta de la izquierda. Así, “lo que esta crisis cuestiona
radicalmente es la respuesta que se dio a otra crisis, la de los años
70”. Y esa respuesta fue el neoliberalismo. “Hay, pues, un ciclo largo
que comienza en los 70, que se estructura en los 80 y que llega hasta el
presente”.
Una mirada geopolítica de largo aliento permite
situar otra de las claves en la gran “Transición” que vive el planeta,
sobre todo, por el ingreso en el tablero mundial de los países
emergentes y el declive de la hegemonía norteamericana. Según Monereo,
“la tendencia dominante es hoy la de una redistribución del poder
económico a nivel mundial, tendencia a una multipolaridad geoeconómica
que entra en contradicción con el control que Estados Unidos tiene sobre
las instituciones económicas internacionales y el dominio que ejercen
las transnacionales norteamericanas”. De hecho, la financiarización de
la economía ha sido históricamente, como ha estudiado Arrighi, uno de
los síntomas de este declive. Y sin que deba olvidarse que Estados
Unidos cuenta con unas mil bases militares por todo el mundo y concentra
gran parte del gasto militar mundial.
El politólogo andaluz
ha dedicado los últimos años al estudio e investigación de la realidad
latinoamericana. Define a este continente como “territorio en disputa”,
donde los recursos naturales y las materias primas devienen botín de
guerra para estados y transnacionales. Pero es algo más: un territorio
“privilegiado de resistencia, con capacidad y la imaginación suficiente
para convertirse en alternativa de gobierno y de poder”. Los textos de
Monereo proponen siempre alternativas pergeñadas desde la militancia.
Combinan análisis político e ideas para la praxis. En una entrevista
publicada en El Viejo Topo que recoge el libro (“desmundializar,
desmundializar…”), el autor plantea la necesidad de volver a los
aranceles, a la protección de la industria y a la nacionalización de la
banca. Todo ello vinculado, en lo político, a un proceso constituyente. Y
subraya el gran error de la izquierda que consistió en considerar el
estado-nación como una “antigualla”.
“De la crisis a la
revolución democrática” aporta en sus 176 páginas criterios para hacer
más inteligible la realidad social. Siempre desde una perspectiva
radical. Por ejemplo, mucho se ha escrito sobre el proceso de
globalización. Pero de modo neto y rotundo, así la define Monereo: “en
gran medida, es el proyecto de un Estado-nacional llamado Estados Unidos
para perpetuar su hegemonía en un momento en que ésta estaba en
cuestión”. Puede, sin embargo, que las páginas más sugerentes del libro
sean las relacionadas con la crisis de la zona euro. Por su vigencia y
por la gran contaminación que vicia el ambiente sobre esta cuestión.
Siguiendo a autores como Rafael Poch, Lazzarato y Vicenç Navarro, el
miembro del CEPS y Socialismo 21 dota de los antecedentes necesarios
para entender unas políticas de austeridad que se “venden” como
inapelables: “La actual política europea de Alemania está marcada por su
reunificación y las diversas vías para salir de la grave crisis
económica que dicha reunificación supuso”.
¿Qué subyace a esta
“gran depresión”? Según Monereo, “una “guerra económica” que viene de
lejos y que pone en crisis al conjunto de la Unión y específicamente a
los países del sur”. Lo fundamental, para el abogado laboralista, es “la
conformación de un centro y de una periferia dependiente”. En este
proceso, siguiendo a Varoufakis, hay una componente de clase que a
menudo se obvia: “Las clases dirigentes, los poderes económicos y la
plutocracia dominante en estas naciones no sólo no se oponen a esta
dinámica, sino que apuestan abiertamente en favor de ella para poder
desmantelar así las conquistas históricas de las poblaciones y,
específicamente, del movimiento obrero”. Las políticas “austeritarias”
se implementan, por lo demás, con la ayuda de un elemento muy apreciado
por los ideólogos neoliberales: el miedo de las poblaciones (la
“doctrina del shock” de Naomi Klein).
De forma todavía más
simple y contundente pude resumirse, según Monereo, lo que hoy ocurre
(más allá de las declaraciones achispadas de Montoro, las giras
oficiales de Merkel o la sedicente socialdemocracia de Hollande): “La
plutocracia internacional que hoy domina el mundo va a exigir más
sangre, más sacrificios humanos para el supremo objetivo de cobrar sus
préstamos. Detrás de la Comisión Europea y del Banco Central está el
capital financiero francés y alemán que, obviamente, tienen a sus
Estados para exigir lo adeudado. El artificio es discursivamente
poderoso: una crisis, sin culpables, presentada como una catástrofe
geológica. Estados que rescatan a los ricos y que terminan por
endeudarse masivamente. La oligarquía financiera (anteriormente salvada
con dinero público) exige planes durísimos de ajuste a las poblaciones
para asegurar que lo prestado se pague a tiempo”.
En el ámbito
doméstico, se trata de procesos que condenan al estado español al
subdesarrollo. Y lo que es igual de grave: “el capitalismo oligárquico y
rentista es incompatible estructuralmente con la democracia y condena a
España en su conjunto a ser una región periférica y subalterna de un
centro económico y político dominante bajo hegemonía alemana”. No
deberían perderse de vista estas explicaciones a pesar de la
sobresaturación informativa. A tenor de este análisis, ¿Hay que
resignarse? Monereo responde de modo negativo. Porque “en los periodos
de excepción se dan enfrentamientos frontales y se definen las
correlaciones de fuerzas futuras”; además, concluye el politólogo, “en
los próximos dos o tres años, se concretará si la reacción avanza o
retrocede, si las clases trabajadoras defenderán o no los derechos
sociales y laborales conquistados y si seremos capaces de construir una
nueva sociedad de hombres y mujeres libres e iguales”. Ésa es la
cuestión.