Enric Llopis
|| Periodista.
Valencia.
“El gobierno del miedo. Es éste uno de
los elementos más perniciosos de las políticas neoliberales. Asistimos hoy, de
hecho, a una creación políticamente interesada de inseguridad, con el fin de
generalizar el miedo en la sociedad y así evitar, por un lado, la resolución de
los grandes problemas que nos afectan; y, por otra parte, aplicar políticas de
recortes sociales y de derechos básicos”. De este modo opina el politólogo
Manuel Monereo, que ha impartido el último taller de la Academia de Pensamiento
Crítico de Socialismo 21 y El Viejo Topo, titulado “Pautas de comportamiento
geopolítico: desmoronamiento de la hegemonía estadounidense”.
Además de militante histórico del PCE y
ex director de la Fundación de Investigaciones Marxistas, Manuel Monereo es
politólogo, abogado laboralista, miembro de la Asociación Socialismo 21 y del
Consejo Editorial de “Crónica Popular”. Formó parte de la dirección de
Izquierda Unida y ha escrito –solo o en colaboración con otros autores- “Con su
propia cabeza. El socialismo en la obra y la vida del Che”; “Rosa Luxemburgo.
Actualidad y clasicismo”; y “Porto Alegre. Otro mundo es posible”, editados los
tres libros por El Viejo Topo.
Naomi Klein describió muy certeramente en
“La doctrina del Shock” el valor del miedo como coartada para la implementación
de ajustes y recortes. Como quiera que todo sistema político y socioeconómico
necesita para reproducirse generar seres humanos funcionales, el neoliberalismo
no supone una excepción y se ha aplicado a la tarea: “Ha construido un modelo
que genera inseguridad social e individuos solitarios, desarraigados y llenos
de miedo; preparados para hacer lo que se les ordene; dispuestos a vender su
fuerza de trabajo a cualquier precio y que busque salidas individuales a los
problemas colectivos; vivir, por tanto, se convierte en una guerra en la que se
salva únicamente el más fuerte”, afirma Monereo.
Nadie utiliza el Estado más que los neoliberales para
privatizar y desmontar las redes sociales básicas
Según el politólogo, las políticas
neoliberales, “contrarrevolucionarias por definición, tienen como verdadero
objetivo perpetuarse, hacerse irreversibles”. Y para ello, se apoyan en una
palanca esencial: el estado. “Nadie utiliza el estado más que los
neoliberales”, subraya Manuel Monereo. Y se utiliza con dos fines básicos:
privatizar y desmontar las redes sociales básicas (comúnmente denominadas Estado
del Bienestar), lo que genera más miedo y aislamiento; y, además, combatir
mediante la represión cualquier posible contestación a estas políticas. “Este
capitalismo que emerge de la crisis resulta incompatible con los derechos
sociales, pero acabará siéndolo también con las libertades fundamentales”,
resume Monereo.
“Las políticas neoliberales, “contrarrevolucionarias por
definición, tienen como verdadero objetivo perpetuarse, hacerse irreversibles”
Frente a este neoliberalismo rampante y
hegemónico, la izquierda viene de una derrota histórica que la ha dejado sin
fuerzas para el combate. Según Manuel Monereo, “el gran problema es que se ha
perdido la idea de una lucha común, la conciencia de que existe una
relación entre el guerrillero vietnamita y el jornalero de Jaén; este nexo se
perdió en 1989, con la caída del Muro de Berlín”. Además, “la idea de que el
capitalismo tenía que ser superado mediante la revolución y la construcción del
socialismo ha desaparecido del imaginario común de la gente; y eso que era una
hipótesis que acompañó al movimiento obrero organizado (en sus diferentes
expresiones) desde los orígenes”. “La gente corriente no piensa hoy en que sea
posible una alternativa al capitalismo”, lamenta el politólogo.
El cataclismo de la izquierda puede
datarse sin mayores problemas. Monereo lo sitúa entre mediados de la década de
los 70 y finales de los 80 del siglo pasado, con tres grandes hitos: el abrazo
del neoliberalismo por parte de los partidos socialdemócratas; la decadencia de
los partidos comunistas en Europa occidental (y la crisis del comunismo
italiano como gran síntoma); y la decadencia del sindicalismo de clase, ubicado
en posiciones cada vez más reformistas. La consecuencia más evidente de todo
ello es “la desaparición de las alternativas frente a la actual crisis, porque
ni la gente se las cree ni existe una correlación de fuerzas favorable; por
eso, en definitiva, el neoliberalismo ha derrotado a la izquierda”.
Pero, para liquidar el imaginario
rebelde (la idea asumida por la gente de que es posible una alternativa al
capitalismo) el elemento capital ha sido, a juicio de Monereo, “la caída del
campo socialista”. El siglo XX (adjetivado de “corto” por el historiador
británico Eric Hobsbawm) arranca con la Revolución de Octubre (en 1917) y
concluye en 1989, con la caída del Muro de Berlín. “Toda la centuria estuvo
marcada por la revolución soviética y el miedo a la misma de los poderosos;
hoy, en cambio, no nos tienen miedo y por eso abusan de nosotros”, explica
Monereo. ¿Cabe albergar hoy alguna esperanza? “La sociedad está reaccionando;
en el lugar donde se ensayó por primera vez el neoliberalismo –América Latina-
emergen respuestas de los pueblos; pero debe reconocerse que lo peor del
neoliberalismo y nuestra gran derrota es que el no hay alternativa proclamado
por Thatcher se ha convertido en sentido común de las masas”.
“La mayor burbuja de los últimos años –peor que la
inmobiliaria- ha sido la cultural e ideológica; y aún seguimos inmersos en
ella”
La mayor burbuja de los últimos tiempos
También cuando se menciona la palabra crisis
puede advertirse la “orfandad ideológica” que padece la izquierda, según el
politólogo. “Y eso que si la izquierda ha existido en este mundo es porque
había crisis, éstas eran connaturales al capitalismo y además se cebaban con
los de abajo”; “Doce años de boom inmobiliario han bastado para
acabar con la poca conciencia crítica que había sobre la noción de crisis
capitalista”, subraya Monereo. “La mayor burbuja de los últimos años
–peor que la inmobiliaria- ha sido la cultural e ideológica; y aún seguimos
inmersos en ella”, remata. Además, la crisis no es ni mucho menos coyuntural:
“Tardaremos muchos años en salir porque lo que realmente ha entrado en crisis
son los mecanismos de salida a la crisis de los años 70”.
En otras palabras, “lo que esta crisis
cuestiona radicalmente es la respuesta que se dio a otra crisis, la de la
década de los 70”. Entonces se instituyeron tres grandes mecanismos de salida
de la crisis. En primer lugar, las políticas neoliberales, es decir, “la lucha
de clases desencadenada desde arriba, con escasa respuesta del movimiento
obrero y sindical; estas políticas se han significado un inmenso trasvase de
rentas, riqueza y poder hacia la oligarquía y la plutocracia internacional”,
apunta Monereo; Además, se intensificó el proceso de globalización y lo que
David Harvey llamó “acumulación por desposesión”; entre 1.400 y 1.600 millones
de personas se pusieron a disposición del capitalismo global como fuerza de
trabajo. El tercer mecanismo consistió en la financiarización de la
economía para eludir las tendencias al subconsumo o la sobreproducción que las
políticas neoliberales implicaban.
Por lo demás, según Monereo nos hallamos
hoy ante una “gran paradoja”. “Se está implementando una salida neoliberal a la
crisis del propio neoliberalismo”. O lo que es lo mismo, “el capitalismo está
ajustando las cuentas a la sociedad por las disfuncionalidades de la economía
financiera; y ello, mediante una redistribución de rentas de las clases
populares hacia los ricos, utilizando para ello al estado como herramienta
capital”. Para agregar elementos complejidad a la coyuntura, Monereo apunta que
asistimos además a una “gran transición geopolítica”. Siguiendo a Arrighi, “la
financiarización de la economía-mundo se relaciona precisamente con los
esfuerzos de una potencia en declive por mantener su posición hegemónica”.
La gran potencia hegemónica –Estados
Unidos- se halla en decadencia, y emergen a su vez polos que cuestionan la
supremacía norteamericana. En esto consiste la “gran transición”. “Cualquier
análisis sobre la crisis ha de reparar en estos movimientos tectónicos de
carácter geopolítico”. Así, China, Japón, los países petroleros de Oriente
Medio, Rusia e incluso Nigeria compran la deuda de Estados Unidos. Según el
politólogo y miembro de Socialismo 21, “resulta muy evidente el declive del
otrora poderoso G-7”. Según Ugarteche y Carranco, si se analizará en paridades
de compra las economías de los componentes del G-7, debería excluirse a
Francia, Italia, Canadá y Gran Bretaña, mientras que se tendría que agregar a
países como China, India, Rusia y Brasil.
“Asistimos, a una “gigantesca acumulación de crisis que
cristaliza en una verdadera crisis civilizatoria”. O, parafraseando a Gramsci,
a un tiempo en el que lo viejo no termina de morir mientras que lo nuevo no
acaba de emerger”
Pero Estados Unidos dispone aún de la
supremacía en un campo donde no tiene rivales, el militar: 700 bases militares
en todo el planeta; una capacidad para movilizar cerca de 400.000 soldados en
cualquier momento; y un gasto en defensa mayor al que suman Reino Unido,
Alemania, Francia Rusia, Arabia Saudí, China, India y Japón. A esta “gran
transición geopolítica” debe añadirse una “crisis del occidentalismo” que
implica, a juicio de Manuel Monereo, “el cuestionamiento del modelo
culturalmente hegemónico y de los valores heredados de la modernidad; de unos
valores universales, que son los nuestros (un imaginario que procede de Grecia,
Roma y el cristianismo) y que en muchos lugares se han impuesto por las armas;
China e India (que suman el 40% de la población mundial) representan en la
actualidad culturas de antigüedad milenaria y enorme fuerza”.
Otra crisis que marca el presente es la
ecológico-social: “En apenas dos siglos la especie humana está cambiando los
mecanismos que rigen la vida sobre el planeta; no sólo acabamos con la
biodiversidad, también con las condiciones necesarias para que el ser humano
pueda habitar la tierra”. Por último, acechan los peligros de la “tecnociencia y
la cuestión militar”, por lo que, según Monereo, “la izquierda ha de continuar
reivindicando el pacifismo y vincular, como ha hecho siempre el socialismo, el
imperialismo, la militarización y la guerra”. Asistimos, en definitiva, a una
“gigantesca acumulación de crisis que cristaliza en una verdadera crisis
civilizatoria”. O, parafraseando a Gramsci, a un tiempo en el que lo viejo no
termina de morir mientras que lo nuevo no acaba de emerger.