1.- Se trata de elecciones en la Unión Europea
Los efectos políticos de estos comicios han sido tan significativos
en nuestro país que a veces se nos olvida que estas eran unas
elecciones europeas. El dato de fondo: la UE se ha ido convirtiendo en
una maquina productora de fascismos, nacionalismos extremistas y
populismos de derecha. La paradoja está ahí: nacida, eso se dice desde
la ideología europeísta, para superar los nacionalismos, fomentar la paz
y la cooperación, se ha ido convirtiendo en su contrario. Se profundiza
la fractura Norte-Sur y se acentúa la del oeste con la del este,
desde una dinámica que solo cabe calificar de (neo) colonial; la
dependencia política, económica y político-militar de la Administración
imperial norteamericana adquiere rasgos dramáticos. El Tratado
Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) y la actuación de la UE en
Ucrania son datos especialmente significativos de lo que decimos; todo
ello, de ahí su gravedad, en un mundo que cambia aceleradamente hacia la
multipolaridad. A más Unión Europea, mayor dependencia del
imperialismo USA.
El otro lado es la catástrofe social y la
regresión civilizatoria, especialmente en el Sur. Para decirlo
directamente y ahorrar literatura: las poblaciones están exigiendo
protección, seguridad y horizonte de futuro ante una Unión Europea que
le exige recortes sociales sin límites, degradación de sus condiciones
de vida y reducción de sus libertades. Todo ello, para salvar al euro y a
un proyecto supuestamente europeo que condena a la pobreza, al
desempleo y la precariedad a las mayorías sociales y singularmente a la
juventud. Los gobiernos, todos los gobiernos sin excepción (hablar de
derecha e izquierda da vergüenza ajena) cómplices y ejecutores
conscientes de políticas contrarias a sus constituciones, a sus
proclamadas defensa de los derechos sociales y del Estado de bienestar.
Se podría decir de otro modo: estamos en la plena (norte)
americanización de la vida pública europea. Gobernar en esta Unión
significa traicionar y dividir a los europeos y europeas.
Por eso a nadie le puede extrañar la elevadísima abstención, la
desgana, el aburrimiento y la rabia, una inmensa rabia, de unas
poblaciones sin referentes, desprotegidas y masivamente engañadas por
sus élites políticas. Casi nunca se habló en serio de propuestas
europeas y las grandes frases (Europa social, modelo social europeo,
democracia, solidaridad, proceso constituyente) se quedaron en eso,
frases de cartón-piedra, recuerdo de viejos escenarios que circulan
como ideas zombi por imaginarios sociales que definitivamente viven en
otro mundo, en el del miedo, la inseguridad y el abandono. Si algo
demuestran estas elecciones es que la soberanía popular y el Estado
social nacional son las únicas líneas de resistencia al neoliberalismo y
a la Europa alemana del euro.
2.- Crisis del bipartidismo, crisis del régimen: entre restauración y ruptura
Ha sido un fantasma que ha recorrido la campaña: el
gobierno de coalición. El ruido, el rumor, venía de lejos pero desde
dentro del poder. Que fuese Felipe González y en plena
campaña no pudo ser casual, sobre todo, por que rompía el discurso del
PSOE, que, no le quedaba otra, consistía en diferenciarse del PP en el
terreno más difícil: la UE; menos mal, para ellos, que las meteduras de
pata machistas del señorito Cañete ayudaron al pobre y desteñido discurso de la señora Valenciano.
Las razones que se barajan por los círculos palaciegos, mediáticos,
económicos, políticos, para la “gran coalición” han sido, parece,
básicamente tres: el desprestigio creciente de la monarquía, las varias
cuestiones “nacionales” del Estado español y la crisis del bipartidismo.
Yo le añadiría una más, que se relaciona con el sur de la zona euro y
que anuda y concreta históricamente las otras tres cuestiones: ¿qué
modelo productivo económico y social?, ¿qué tipo de Estado y qué
sistema político nos toca en la nueva división del trabajo que se está
construyendo en la crisis y desde ella? Es, lo podríamos llamar así, el
tema viejo y nuevo, del subdesarrollo y de la dependencia (neo) colonial
de España, en el marco de una alianza de clases de las diversas
burguesías articuladas por las instituciones de la Unión y garantizadas
por el Estado alemán.
El resultado de las elecciones no hace otra cosa que confirmar lo
acertado de estas previsiones: el bipartidismo retrocede electoralmente y
lo hace por y desde la izquierda. Sin embargo, para aterrizar, no se
deberían olvidar dos cosas: que estas elecciones tienen la peculiaridad
de ser muchas veces mecanismo de protesta, voto de castigo y advertencia
a las fuerzas políticas dominantes y, esto hay que subrayarlo, que la
crisis del bipartidismo no implica sin más su superación, para que esto
sea posible hará falta una fuerza política y social alternativa que lo
materialice. Lo nuevo, insisto, es el avance de IU y el ímpetu de
Podemos.
La respuesta de la clase política ha sido la esperada: autismo y más
de lo mismo. La derecha canta aparentemente victoria y espera tiempos
mejores, dios mediante la esperada recuperación económica y la
suavización de los criterios fiscales y presupuestarios de la Troika.
Sorprende la actitud del PSOE: una dimisión a tiempo fijo de su
secretario general y convocatoria de un congreso en clave de aparato.
Replegarse en estas condiciones parece la vía más segura para convertir
la crisis en algo estructural y permanente. Hay razones de fondo para el
declive: la socialdemocracia europea se ha ido convirtiendo en la otra
cara del neoliberalismo dominante, comprometida con un europeísmo
insulso y carente de un proyecto realmente diferenciado de la derecha.
Del “reformismo sin reformas” se ha pasado a la “contra reforma”
permanente y a su progresiva conversión en un “partido cartel” sin
vínculos sociales específicos y desligado de los movimientos sociales
viejos y nuevos.
Parecería que el “repliegue como respuesta” de Rubalcaba
tiene relación con la crisis del régimen y las salidas políticas al
mismo. Unas primarias democráticas podrían poner el partido en manos de
personas poco seguras y sin relaciones orgánicas con los poderes
fácticos; un giro hacia la izquierda seria percibido como una
propuesta “frente populista” y acentuaría aún más la crisis del sistema
dinástico de partidos. Quizás estemos ante una “salida” a la italiana:
refundar el PSOE en clave de partido democrático y remodelar el conjunto
de las fuerzas políticas del régimen. El “transformismo” como vía para
una nueva transición y el gobierno de coalición como palanca de un
nuevo régimen monárquico y oligárquico. Felipe González ya lo intentó en otro momento.
3.- Izquierda Unida y Podemos: la alternativa que avanza
Empezar por lo evidente siempre ayuda a enhebrar el razonamiento: el
bipartidismo retrocede seriamente y lo hace por la izquierda. IU avanza
y Podemos emerge con mucha fuerza. Este es el dato y se puede y se debe
partir de él: los nuestros, los hombres y mujeres comunes y corrientes,
quieren una izquierda alternativa a las políticas dominantes y a las
formas tradicionales de ejercerlas. Esto para IU debería ser memoria y
sentido común partidario.
Partiendo del avance de IU y de su enorme patrimonio moral y
organizativo, hay que reconocer un dato nuevo y sustancial: por primera
vez, la formación creada por Julio Anguita tiene no solo un competidor sino una alternativa. Hablar del que fuera secretario del PCE no es inocente. Pablo Iglesias ha
incorporado elementos sustanciales del discurso de Anguita: pensar en
grande, definir el enemigo principal (la clase política) y,
específicamente, disputarle la base social a los partidos tradicionales
desde posiciones que vayan más allá de los viejos posicionamientos y,
no es cosa pequeña, vocación de mayoría y no de fuerza complementaria
para supuestas mayorías de izquierda. Podemos no va a disputarle a IU su
espacio al modo de la vieja extrema izquierda: no será el NPA francés o
al menos lo intentará.
Hay, más allá de las intenciones, varios escenarios posibles para
supuestos como los analizados: el portugués, el griego o el mencionado
francés. La unidad nunca es fácil y al final no es otra cosa que la
continuación del conflicto por otros medios, sobre todo, cuando no hay
una experiencia común, un programa y un imaginario compartido, pero
esto, como sabemos, se construye colectivamente. La clave de la unidad,
sin ingenuidades, tiene que ver con el territorio común: la construcción
de la alternativa política, social y cultural para iniciar un proceso
constituyente que lleve a un nuevo régimen y a una nueva clase
dirigente. Esta es la verdadera línea demarcación entre las fuerzas de
la izquierda alternativa y, hay que subrayarlo, en el interior de
ellas.
El resultado electoral ha sido muy bueno para las fuerzas que estamos
batallando por la Alternativa. El bipartidismo es el núcleo duro del
Régimen: hoy nos lo recuerdan tantos y tantas sesudas comentaristas que
intentan asustarnos con la inestabilidad permanente, el caos y la
“amenaza” bolivariana (Felipe González, se está convirtiendo, tampoco es
casual, en el “intelectual orgánico” de la restauración borbónica).
Ahora se trataría de construir fuerza organizada y militante y, es
fundamental, combatir denodada y sistemáticamente por un nuevo consenso
de masas que defina un nuevo sentido común liberador: situar a las
mujeres y a los hombres que sufren la barbarie capitalista y la
crueldad sin límites de los poderosos en protagonistas conscientes de
su propia historia, en actores cotidianos de un esfuerzo milenario por
una vida digna, libre y emancipada del mal social de la explotación. Esa
fue siempre nuestra fuerza: soñar, imaginar, darse y luchar, luchar
siempre y no rendirse nunca.
Las movilizaciones, las imponentes luchas sociales recientes y
estos resultados electorales nos dicen que hay una disponibilidad
social creciente para salir de la ratonera de las políticas neoliberales
y de esta Europa alemana del euro. Necesitaremos de toda nuestra
inteligencia y de todo nuestro coraje moral para no perder de nuevo una
oportunidad histórica: ya han sido muchas y nuestra gente no puede
esperar.
Publicado en Cuarto Poder
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