Imagen de archivo de Rajoy y Merkel durante una rueda de prensa conjunta en Berlín. / Sebastian Kahnert (Efe) |
El Debate Prohibido. Moneda, Europa y
pobreza era el título de un libro publicado en 1995 por Jean-Paul
Fitoussi, donde –era uno de los pocos– alertaba de los peligros
de la Unión Europea para los derechos sociales, para nuestras
libertades concretas y, específicamente, para nuestras ya maltrechas
democracias. Sigue siendo un debate prohibido. No hay nada más que
ver la campaña electoral para entender que nadie quiere entrar en el
fondo de una UE que se ha convertido en una poderosísima máquina de
expropiación de patrimonios, derechos y libertades de los pueblos
europeos y, específicamente, de los pueblos del Sur.
Asombra la soledad de Grecia y que no
haya solidaridades efectivas de unas fuerzas progresistas que con la
boca llena hablan de que no hay salidas nacionales a la crisis, que
son necesarias más convergencias europeas y que necesitamos más
Europa; eso sí, a renglón seguido, se dice que tiene que ser
diferente a esta. Mientras, repetimos, Grecia está sola frente a
todos los demás gobiernos de la eurozona. ¿Dónde quedó el
internacionalismo de la llamada izquierda europea?
La paradoja más sobresaliente es que
más de siete años de crisis y el tipo de integración resultante
justifica, hasta la exageración, las razones por las que algunos nos
opusimos a la Unión Europea en general y al euro en particular. No
fuimos muchos, es verdad, pero lo que sorprende hoy es que no
critiquemos a fondo esta específica construcción europea y no
hagamos de esto un elemento central de la crítica al capitalismo
neoliberal; ambas cosas, integración europea y neoliberalismo, son
parte de un mismo proceso que solamente cabe calificar de regresión
e involución civilizatoria.
Hay tres cuestiones que están
íntimamente unidas y de cuya solución va a depender el futuro de
nuestro país y, especialmente, de las generaciones jóvenes que
buscan un mañana de dignidad, justicia y libertad. Estas tres
cuestiones configuran un nudo que es necesario cortar, romper en mil
pedazos: a) España, periferia del Sur de la UE; b) el modelo
productivo configurado por las políticas de austeridad y c) la
crisis del régimen del 78. Como se ha dicho, es una sola cosa con
tres nódulos que se entrecruzan y se relacionan entre sí.
¿Qué significa ser parte de la
periferia de la UE? Decía Eduardo Galeano que la división del
trabajo es un mecanismo en el que unos se especializan en ganar y
otros se especializan en perder. En la UE, en la zona euro, se ha ido
organizando una división del trabajo en torno a un centro, cada vez
más fuerte y poderoso, y una periferia cada vez más subalterna y
dependiente cuyos modelos productivos se han ido estructurando según
las necesidades, objetivos y estrategias de los países centrales.
Los años de crisis no han hecho otra
cosa que profundizar este esquema de poder y España, como los demás
países del Sur, se está especializando en perder. Resulta patético
que se pueda hablar hoy de impulsar de nuevo derechos sociales,
laborales y sindicales, es decir, de realizar políticas económicas
sociales y democráticas como si la UE no existiera. Algunos hemos
insistido hasta la saciedad en esta paradoja: las fuerzas
nacional-populares tenemos hoy una gran posibilidad de construir un
bloque político y social muy amplio en defensa de los derechos
humanos fundamentales y de las libertades básicas, es decir, un
programa antineoliberal de reconstrucción nacional, económica y
social. La otra cara, la que está sufriendo la Grecia de Syriza, es
que los límites para reformas, aunque sean muy moderadas, son
enormes. Para decirlo de otra forma, la UE es una estructura de poder
funcional a la globalización neoliberal dominante y no admite
políticas alternativas aunque estas sean mínimas.
Las personas serias lo sabían y así
lo dijeron. La introducción del euro sin una política económica
común, una hacienda común y una legislación laboral y social
común, es decir, una moneda sin un Estado detrás y con economías
extremadamente heterogéneas tendría como consecuencia la
profundización de lo que ya antes existía y que hoy es gravísimo:
un centro cada vez más fuerte y poderoso y una periferia, los países
del Sur, cada vez más dependiente económicamente, más subalterna
políticamente y en regresión social y laboral.
El cuento que se nos narra es algo peor
que una mentira. Se trata pura y llanamente de bloquear el futuro de
nuestro país y conducirnos al subdesarrollo económico, social y
político. Si no hay políticas realmente redistributivas en la UE y,
específicamente, en la zona euro, estamos condenados a una
“devaluación interna” permanente y a ir liquidando lo poco que
queda ya de un Estado social que fue siempre débil. Haremos, como
siempre, del ajuste salarial la variable clave y ganaremos
competitividad rebajando derechos sociales, derechos laborales y
precarizando sistemáticamente la fuerza de trabajo.
¿Alguien se imagina al Estado alemán
dedicando el 8 o el 10 por ciento de su PIB para ayudar a los países
del Sur? ¿Alguien se imagina al resto de los países ricos haciendo
algo parecido? ¿De qué federalismo hablamos si no hay
redistribución territorial, social y económica de renta y riqueza
en nuestra cada vez más desigual e injusta Unión Europea? ¿Qué
solidaridad? ¿Qué modelo social? El federalismo es la cobertura que
legitima no solo las políticas neoliberales sino que, paradoja de
las paradojas, impide la Europa política. Friedrich Hayek siempre
defendió esto y no otra cosa.
El modelo productivo que emerge tras
las políticas de crisis es cada vez más claro: una industria débil,
dependiente y poco integrada en la economía productiva nacional; un
sector servicios hipertrofiado, basado en un turismo de masas de bajo
coste y, de nuevo –el entusiasmo es irresistible– el ladrillo
como mecanismo de futuro, a lo que se añade una agricultura sin
impulso y, en muchos sentidos, bloqueada. El asunto es simple, un
modelo productivo así configurado no genera pleno empleo con
derechos, hace de la precariedad la forma predominante de gestión de
la mano de obra y consolida un modelo de relaciones laborales que
significa para la mayoría de la población una nueva forma de
servidumbre.
Nuestro sistema productivo es, sobre
todo, un sistema de poder; ambas cosas están íntimamente
relacionadas. No es casual que la crisis económica esté
significando una enorme erosión del régimen del 78. Los poderes
económicos, una alianza entre la oligarquía española y los poderes
europeos, decidieron que los derechos y libertades consagrados en la
Constitución de 1978 ya no servían para el capitalismo salvaje y
depredador que estaba emergiendo de y desde la crisis. La
“Constitución material” fue cambiando a golpe de directivas
europeas y Zapatero terminó por convertirla en Constitución formal
modificando el artículo 135.
El proceso constituyente, mejor dicho,
destituyente, comenzó hace tiempo con una pequeña y singular
variante: al margen y contra el pueblo soberano. Ser periferia de una
Europa alemana significa más desigualdad, pérdidas concretas de
libertades y de poderes reales, en definitiva, una ciudadanía
condenada a la inseguridad económica, a la vulnerabilidad social,
simples mercancías en un mundo cruel, despiadado y sin alma. No hay
que darle demasiadas vueltas. A un modelo económico así configurado
le corresponde una democracia cada vez más limitada y oligárquica y
una clase política que convierte la corrupción en el modo normal de
gestionar la cosa pública.
Al final el nudo se fortalece y se
consolida cada vez más. El tipo de Unión Europea que el Estado
alemán garantiza, representa una alianza duradera entre élites
económicas y políticas, entre oligarquías en guerra de clases
contra sus poblaciones. Las élites económico-financieras que hoy
mandan en nuestro país, incluidas la burguesía vasca y catalana,
están de acuerdo en este modelo de sociedad, con este sistema
productivo y con esta estructura de poder resultante. Ellos son los
enemigos de España y solo enfrentándose a ellos sistemáticamente
estaremos en condiciones de vencer. O ellos o nosotros.
¿Cuándo entenderemos que nuestros
pueblos tienen un enemigo común y que solo unidos podemos vencerle?