Para Pablo
Honor a quienes en su vida se han marcado / el defender unas Termópilas. /
Sin apartarse nunca del deber; / en todas sus acciones justos y equilibrados, /
y, sin embargo, con pena, y con entrañas. / Si ricos, generosos; y aun en lo poco /
generosos, si pobres; prestos / a socorrer en tanto pueden; / siempre con la verdad
a flor de labios, / sin odiar sin embargo a los que mienten. / Y aun mayor honor les
es debido / cuando prevén —y muchos lo prevén—/ que surgirá por último un
Efialtes / y los persas terminarán pasando. (C.P. Cavafis)
Sin apartarse nunca del deber; / en todas sus acciones justos y equilibrados, /
y, sin embargo, con pena, y con entrañas. / Si ricos, generosos; y aun en lo poco /
generosos, si pobres; prestos / a socorrer en tanto pueden; / siempre con la verdad
a flor de labios, / sin odiar sin embargo a los que mienten. / Y aun mayor honor les
es debido / cuando prevén —y muchos lo prevén—/ que surgirá por último un
Efialtes / y los persas terminarán pasando. (C.P. Cavafis)
No han ayudado mucho al gobierno griego de Syriza
los cambios en España y, sobre todo, los previsibles en el futuro. Es
normal. Uno de los muchos escenarios implicados en las negociaciones de
Grecia con la troika, tiene que ver con sus consecuencias en el
conjunto de la UE y, específicamente, en los países del Sur, de un buen
acuerdo o de un mal acuerdo. En el primer caso, quedarían muy mal los
gobiernos que aceptaron — como los de Zapatero y Rajoy—
los planes de ajuste impuestos por los acreedores; en un segundo caso,
serviría de escarmiento para los pueblos que se atrevieran a votar
contra los partidos del sistema, es decir, PSOE-PP, caracterizados por
su servilismo hacia los poderes económicos y, específicamente, con el
Estado alemán.
He estado del 26 al 29 de junio en Atenas y estas cuestiones eran
conocidas, formando parte del debate. Me pasé tres días discutiendo
sobre Podemos, sobre IU y las posibilidades reales de
conseguir en noviembre una nueva mayoría política más favorable a los
griegos y a su gobierno. Como me decía un destacado miembro de la
dirección de Syriza, nuestro mayor acto de solidaridad sería derrotar a
la derecha y construir una alternativa democrática en nuestro país. Me
vino a la cabeza la experiencia latinoamericana y pensé cuánto
necesitamos de gobiernos honestos y limpios que defiendan a la
ciudadanía y que no se sometan a la tiranía de los Estados acreedores.
De este proceso hay que sacar algunas lecciones para el futuro, para
nuestro común futuro. La primera, es clara y rotunda: el centro de la
negociación es político y solo derivadamente económico y técnico. Cuando
Merkel habla de que no aceptarán negociar bajo la
amenaza de un referéndum, dice dos cosas importantes: que la democracia
es negativa para su Europa y que la transparencia es incompatible con el
funcionamiento normal de las instituciones de la Unión, eso que antes
se llamaba la troika.
El estilo de la negociación ha sido un elemento clave. Se podría
decir que ha sido “corleonesco”: a Grecia se le hizo una oferta que no
podía rechazar, con la pistola de la liquidez apuntándole a la cabeza y
el puñal del cese del crédito apretándole en la espalda. Todos contra el
gobierno de Tsipras, cuando digo todos, son realmente
todos, minoría de a uno, pues; en frente, socialdemócratas,
conservadores, derechas varias. La unanimidad confirma la ignominia, la
corrupción de una clase política al servicio de los poderes económicos y
que conscientemente conspira contra sus pueblos, todo a la mayor gloria
de una Europa alemana: ¿qué tipo de artefacto, de maquinaria de
dominación infernal, es esta Unión Europea que se opone con fiereza a un
pequeño país que lo único que pide es respeto, dignidad y salir de la
catástrofe social y económica creada por políticas injustas e
ineficaces?
Lo que más asombra es la valentía, la audacia y el coraje moral del gobierno de Syriza. Lleva toda la razón —es habitual en él— Jacques Sapir
cuando señala que el gobierno griego nos devuelve la deliberación, el
valor de la soberanía popular y la democracia constitucional. Es un
crimen que la Unión Europea y las clases dominantes no pueden consentir.
También en esto están de acuerdo Mariano Rajoy y Pedro Sánchez; al
final, poco importa que haya o no un gobierno de coalición entre el PP y
el PSOE cuando hay un consenso básico en torno a unos Tratados, que, de
una u otra forma, obligan a realizar políticas neoliberales.
Esto nos lleva a la segunda lección. La UE no puede permitir un
precedente como este. Debe castigar al pueblo griego porque ha votado
mal, ha elegido a políticos irresponsables y —gravísimo— ha puesto al
frente de su gobierno a una fuerza política que quiere cumplir sus
promesas electorales. Todo en ellos es malo, lo que dicen y cómo lo
dicen, faltando siempre al respeto debido a las reglas no escritas pero
escrupulosamente seguidas por todos y —horror— pretendiendo que el
debate sea público e inteligible para la gente común. Decididamente,
esto no puede ser.
Sentar un precedente así es muy peligroso. Al fin y al cabo, Grecia
es poca cosa, pero, precisamente por ello, hay que evitar que la
excepción se convierta en regla. Ahí está Rajoy recomendando mano dura,
advirtiendo de que un buen acuerdo con los “populistas” griegos daría
alas a Podemos y que una alianza España-Grecia rompería los consensos
básicos y generaría una situación incontrolable e inmanejable. España es
más grande, más potente y debe más, muchísimo más, que los helenos. No
se puede olvidar que se está negociando con los “primos” norteamericanos
el Tratado Transatlántico (TTIP) y que la OTAN anda en pleno rearme y
reposicionamiento en un contexto donde la guerra de facto ya está en Europa.
La tercera lección tiene que ver con los fundamentos mismos de la
Unión Europea. No se cansan de repetirlo los representantes de la troika:
los griegos deben escoger entre estar o no estar en Europa. Así de
simple. Se acepta la mentira convertida en ideología: la Unión Europea
no es Europa, es el modo neoliberal de construcción de un espacio
económico al servicio de los poderes económicos, bajo hegemonía y
garantía del Estado alemán. Se puede decir, para llegar hasta el final,
que la UE es la anti-Europa, la rompe, la divide permanentemente entre
un núcleo rico y cada vez más poderoso y unas periferias dependientes
económicamente y subalternas políticamente. Los países del Sur han
devenido en “protectorados”, en democracias restringidas y limitadas,
sometidos a la tiranía permanente de los Estados acreedores. La UE
condena a los países del Sur al subdesarrollo social y económico,
produce desigualdad, precariza las relaciones laborales, genera pobreza y
bloquea el futuro de las generaciones jóvenes, obligadas al exilio
económico y al desarraigo.
Recientemente Lapavitsas y Flassbeck,
conocidos economistas griego y alemán, respectivamente, hablaban de que
las fuerzas de izquierda que llegan a los gobiernos de los países del
Sur de la eurozona se enfrentan a una “triada imposible”: reestructurar
la deuda, abandonar las políticas de la austeridad y, sobre todo, la
continuidad del marco institucional de la UE y especialmente de la Unión
Económica y Monetaria. En esa batalla estamos. No será fácil ganar el
referéndum. Nada está garantizado y la lucha será durísima, pero la
batalla que están librando las griegas y los griegos marcará el futuro
de la UE, de los pueblos y de la democracia entendida como autogobierno
de las poblaciones. Una cosa es segura: nada será ya igual.