martes, 25 de diciembre de 2012

Intervención X Asamblea Federal de Izquierda Unida

Izquierda Unida: hacia una revolución democrática

Quisiera comenzar esta intervención recordando a Francisco Fernández Buey intelectual comunista, marxista y fundador de IU. Su memoria y ejemplo nos acompañaran siempre.
No hace demasiado tiempo, paseando por Córdoba, recordaba Julia Anguita, con cierta sorna, que a él, en IU, le aprobaban los informes por unanimidad y que luego cada cual hacía lo que le venía en gana.
En esta Asamblea, la primera cuestión que habría que recuperar es la veracidad, la coherencia entre lo que dice y lo que se hace, huir del lenguaje falsario y desterrar eso de que el papel “lo aguanta todo”.
Una segunda cuestión en la que merecería la pena detenerse tiene que ver con la caracterización de la etapa histórica en la que vivimos, distinguiendo entre normalidad y excepción. La historia avanza a saltos, el tiempo histórico se comprime y acelera, las verdades y hábitos de la etapa de normalidad ya no sirven. Lo fundamental es saber que vivimos una etapa de excepción histórica, de agudización de los conflictos de clase y de ruptura con los fundamentos tradicionales del poder.
Habría que hacer una tercera distinción: el factor tiempo es muy importante. En esta Asamblea, en los debates que hemos tenido en estos meses parecería que tendríamos todo el tiempo del mundo y no es así. En los periodos de excepción se dan enfrentamientos frontales y se definen las correlaciones de fuerzas futuras. Para decirlo con más claridad: en los próximos dos o tres años, como mucho, se concretará si la reacción avanza o retrocede, si las clases trabajadoras defenderán o no los derechos sociales y laborales conquistados y si seremos capaces de construir una nueva sociedad de hombres y mujeres libres e iguales, una democracia plebeya.
Esta Asamblea tiene por delante el debate de cuatro cuestiones fundamentales planteadas en las tesis políticas: 1) la rebelión democrática; 2) el proceso constituyente; 3) la construcción del “bloque político y social”; 4) la necesidad de una “revolución interna” en IU como fuerza y como organización política. Todo esto significa un giro radical, sustancial, que nos exigirán cambios profundos en los modos de hacer y practicar la política, nuevas relaciones entre trabajo en las instituciones y los movimientos sociales y, es fundamental, formas de organización diferentes a las tradicionales. No es poca cosa.
Quisiera, en esta intervención, hacer referencia a algunas cuestiones  no abordadas o insuficientemente analizadas en las tesis políticas. La primera tiene que ver con el análisis y caracterización de la crisis. Se trata, evidentemente, de una crisis capitalista y, más allá, de la crisis de una entera civilización. Seguramente, el aspecto más relevante sea la inaudita acumulación de “crisis en la crisis”, es decir, una crisis económico-financiera que abre una crisis geopolítica y en las relaciones internacionales, que profundiza al límite  la crisis ecológico-social del planeta, y, sobre todo, una crisis del “occidentalismo” como predominio político cultural de la modernidad capitalista euroamericana.
En las tesis no se tiene suficientemente en cuenta los cambios geopolíticos, destacadamente la decadencia de EEUU (y su aliado subalterno, la Unión Europea) y el ascenso de nuevas potencias. Estamos en plena transición geopolítica mundial y lo decisivo es la tendencia a la multipolaridad. Lo que eso significa es una gigantesca redistribución del poder a nivel mundial. El problema radical es que, históricamente, estas crisis se han resuelto siempre, tarde o temprano, con la guerra, con la expansión del militarismo y con enorme sufrimiento de las poblaciones. La lucha por la paz debería ser una prioridad de nuestro trabajo.
Una segunda cuestión tiene que ver con la Unión Europea. Nuestra posición es clara en este tema: el federalismo europeo que tradicionalmente hemos defendido tiene que ser sustancialmente revisado. La “Europa alemana” impide cualquier avance democrático y perpetúa las desigualdades sociales y entre países. La cuestión del euro tiene que ser planteada con todo su radicalidad.  
La tercera cuestión hace referencia a lo que algunos hemos llamado la “crisis orgánica” del capitalismo español. Hablamos de toda una etapa histórica que se ha cerrado: la que va desde los primeros gobiernos socialistas hasta el 2007. Lo básico es entender que esta crisis del patrón de acumulación capitalista español abre una crisis de régimen, de Estado y de la política en sentido fuerte. No voy a detenerme mucho aquí; subrayar, sobre todo, que detrás de la crisis de régimen está el cuestionamiento profundo del bipartidismo político dominante. Lo hemos dicho muchas veces y hoy conviene repetirlo: el bipartidismo ha sido un modo de organizar el poder al servicio de aquellos que no se presentan a las elecciones y detentan el poder económico, mediático y cultural. La alternancia ha sido eso, diferencias entre partidos dominantes siempre resueltas en favor de los poderes fácticos.
La pregunta que las tesis políticas no se hace es la siguiente: ¿Cómo combatir realmente el bipartidismo? Aquí y ahora tenemos dos experiencias, la andaluza, gobernar con el PSOE y la extremeña, dejar gobernar al Partido Popular Este debate no puede ser eludido y tiene que realizarse a fondo, hasta sus últimas consecuencias. Nuestra propuesta es también diáfana: no hay posibilidad de regeneración democrática en nuestro que no pase por la ruptura con el bipartidismo y la construcción de una gran fuerza democrático-popular (el bloque políticos y social) que derrote a la derecha, le dispute la hegemonía al PSOE y, no se debe de olvidar, neutralice a la extrema derecha emergente.   
También en este tema el factor tiempo es muy importante. Los poderes fácticos harán todo lo posible por perpetuar el bipartidismo (siempre con la derecha catalana y vasca) y hoy andan extremadamente preocupados por la decadencia del PSOE. Tenemos que hacer un enorme esfuerzo político para construir el bloque político-social alternativo precisamente en un momento donde el PSOE vive una crisis profunda. Hay que insistir: no tenemos todo el tiempo del mundo.
La propuesta de un proceso constituyente es decisiva. Algunas veces parecería que se trata de una  posición política voluntarista o arbitraria. No es así. Han sido los poderes económicos los que han puesto en crisis el  régimen constitucional del 78 y han iniciado la transición hacia otro que bien pudiéramos llamar de democracia oligárquica. Así de claro y evidente. Lo fundamental es que se está haciendo sin tener en cuenta al soberano, es decir, al conjunto de ciudadanos y ciudadanas. Reclamar un proceso constituyente es reivindicar la soberanía popular y el ejercicio de los derechos y libertades violadas por los poderes fácticos con la complicidad, hay que insistir una y otra vez, del PP y del PSOE.
Para ir terminando, Cayo Lara ha venido poniendo el acento en algo que es muy importante: IU gana votos y pierde afiliación. Él habla hasta de tragedia por esta cuestión; verdaderamente lo es. La pregunta que habría que hacerse es ¿por qué? La cuestión podría plantearse del siguiente modo: hoy las clases subalternas necesitan más que nunca organización, pero las viejas formas-partido ya no sirven.
Fijémonos en dos asuntos para entender lo que se quiere decir. De un lado, el predominio absoluto del eje electoral-institucional en el funcionamiento regular de IU. Primera paradoja: nos institucionalizamos cada vez más cuando los órganos representativos tienen cada vez menos poder y la democracia decide cada vez menos. De otro lado, las viejas formas-partido tradicionales del movimiento obrero habían socializado enormemente la política y sus modos de ejercerla. Hoy lo que predominan son partidos de cuadros cada vez más profesionalizados y, segunda paradoja, donde hacen política fundamentalmente los que viven de ella. Para la izquierda transformadora esto es mortal.
Lo importante para el movimiento obrero organizado era que miles de hombres y de mujeres dedicaban una parte de su tiempo libre a la cosa pública, a la organización, al partido. Es lo que se ha llamado “una economía moral de la multitud” o un “sector público voluntario”. Pues bien, necesitamos hoy más que nunca formas de “socialización de la política” que promuevan el compromiso y el trabajo voluntario de miles de hombres y mujeres; la auto organización social y formas agregación social y económicas que generen un (contra) poder  de los que no tienen el poder.

Manolo Monereo a 15 de Diciembre del 2012.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Intervención acto constitución Frente Civico Somos Mayoría de Salamanca


La Sala de Grados de la Facultad de Geografía e Historia de la USAL se quedó pequeña. La presentación del Frente Cívico “Somos Mayoría” en Salamanca tuvo que cambiar de localización pocos minutos antes de empezar, debido a los 122 salmantinos y salmantinas que acudieron a conocer más de cerca esta propuesta. Muchos de ellos eran miembros actuales del Frente Cívico en Salamanca, así como de la asamblea La Izquierda de Salamanca, asamblea abierta creada hace dos años, y que desde el pasado mes de septiembre está impulsando el Frente Cívico “Somos Mayoría” en esta ciudad.

El ponente Manuel Monereo,  cofundador del Frente Cívico, realizó una exposición acerca de la historia reciente de este país. Desde el fin de la dictadura y el inicio de la supuesta “democracia ejemplar”, recorrió los años del felipismo, el boom del ladrillo y la crisis presente. “Los españoles creíamos que habíamos dejado atrás la pobreza, que ya pertenecíamos al mundo desarrollado, y ahora nos encontramos con que eso se acabó” – comentó- “la gente se encuentra con esta crisis que no esperaba, una crisis económica y también política, pues la gente no confía en los políticos”. En este aspecto, Monereo explicó que el Frente Cívico aspira a construir un “contrapoder” frente a “unos representantes que no nos representan”.

“El pasado no volverá”, explicó el ponente, para quien lo utópico no es pretender una sociedad diferente, sino creer que el capitalismo va a devolver los derechos sociales eliminados. Según el ponente es necesario construir un nuevo modelo de sociedad desde las bases: “muévanse, en el Frente Cívico o donde ustedes quieran, pero muévanse”, indicó al público. “El Frente Cívico será lo que todos nosotros queramos que sea”, concluyó Monereo, ante los aplausos de los asistentes. 


viernes, 30 de noviembre de 2012

Eurofascismos: La rebelión del sur


Las así llamadas políticas de ajuste y austeridad están significando una autentica involución civilizatoria en estas sociedades. El objetivo es transparente: una enorme redistribución de riqueza, renta y poder en favor de los grupos económicamente dominantes, de la plutocracia. Ahora se trata de devolver a los bancos alemanes, franceses y demás acreedores preferentes (se han cambiado constituciones, como la española, para garantizar esto) lo que prestaron a los bancos y a empresas de sur. Se rescatan bancos y no países; para decirlo con más precisión, son los ciudadanos y ciudadanas, las mayorías sociales, los que tienen ahora que pagar la enorme factura de despilfarros, especulaciones sin límites e ineficiencias generalizadas de unos grupos de poder económico que durante una décadas realizaron la vieja utopía del alquimista: convertir en oro  las piedras, es decir, ladrillos y terrenos en construcción.
Los neoliberales siempre lo han tenido claro: transformar la sociedad, usar el poder político a fondo, intervenir coercitivamente (muchas veces previo golpes de Estado) para mercantilizar las relaciones sociales, desregulando, privatizando, desmontando, pieza a pieza, los controles sociales y políticos que han protegido a las personas del capitalismo. La clave: realizar cambios de tal magnitud y radicalidad que lo hagan irreversibles. En eso son (contra) revolucionarios: transformar todas las estructuras básicas para garantizar duraderamente el poder de los que no se presentan a las elecciones y siempre mandan; si es posible, desde regímenes formalmente democráticos y si no, estados de excepción y autoritarismo de geometría variable.

Toda la sociedad subordinada a los intereses de la oligarquía financiera

Lo nuevo, aquí y ahora, es que son las instituciones dela Unión Europea, la así llamada Troika (Banco Central, Comisión y FMI) las que está ejecutando sin piedad estas políticas. Pasamos de “refundar el capitalismo”, al inicio de la crisis, a subordinar a toda la sociedad a los intereses de una oligarquía financiera sedienta de capital y necesitada de expropiar derechos y bienes públicos a la ciudadanía. No hay que engañarse demasiado. Se busca, se planifica conscientemente, la inseguridad y el miedo: el pleno empleo con derechos un lujo de tiempos pasados, los derechos sociales (educación, salud, servicios sociales) inasumibles en un mundo globalizado; los sindicatos, un anacronismo condenado ya por la historia y las pensiones públicas, un coste imposible ya de financiar.
Podríamos continuar y no iríamos muy lejos. Las poblaciones del sur de Europa quieren conservar sus derechos y conquistas históricas en momentos que son más necesarias que nunca. ¿Qué hacen? Luchan como pueden y votan contra los que ejecutan políticas contrarias a sus intereses. Claro, la libertad de elección es cada vez más limitada. En España, en Portugal y en Grecia fue la socialdemocracia quien puso en práctica los  durísimos ajustes decretados por eso que eufemísticamente se llama Europa. La consecuencia: fueron derrotados en las urnas a manos de unas derechas que prometían en todas partes renegociar los recortes e iniciar la senda del crecimiento y de la eficiencia.
La izquierda social y política salió muy debilitada del ciclo anterior de crecimiento y la socialdemocracia, en todas partes, no ha hecho otra cosa que aplicar las medidas de ajuste y doblegarse sin resistencia a los poderes económicos reinantes
Lo que vino después es también conocido: ajustes aún más duros y uso de la crisis para poner fin lo que queda del Estado social. Cuando, como en Grecia, aparece una alternativa democrática solvente y nada radical, que solo pretende evitar el holocausto social en curso, lo que se encuentra es el chantaje de la Troika y la amenaza general (incluidos los gobiernos francés y alemán: los que mandan) de que los griegos deben votar lo que se les ordena y que con Syriza llegaría el caos y la quiebra del país.
¿Alguien se puede extrañar de que en un contexto así renazca el fascismo? Desposeer a las personas de sus derechos, condenar a las sociedades al desempleo, la precariedad y la pobreza; reducir las democracias realmente existentes a simples juegos electorales que nada deciden y que someten a las instituciones representativas a una lógica de poder que considera a la soberanía popular un molesto y peligroso estorbo en tiempos como los presentes; países convertidos de facto en protectorados de unos poderes omnímodos dirigidos por una Alemania, de nuevo, invasora.
Pensar que todo esto no tendrá consecuencias es ponerse la venda delante de los ojos y cegarse a la realidad. La nazifascista griega “Aurora Dorada” llegó al 7 por ciento y las encuestas solventes le dan ahora un 15 y algunas un 20 por ciento. Las sociedades no se suicidan pasivamente.
Ante semejante catástrofe social las poblaciones están reaccionando desde contextos sociales y culturales nada fáciles. Se ha vivido, no se debe olvidar, una época percibida mayoritariamente como buena o muy buena y enfrentarse, de nuevo, a la dura realidad de la lucha y del conflicto social está siendo traumática. La izquierda social y política salió muy debilitada del ciclo anterior de crecimiento y la socialdemocracia, en todas partes, no ha hecho otra cosa que aplicar las medidas de ajuste y doblegarse sin resistencia a los poderes económicos reinantes.
Las políticas de ajuste y austeridad están significando una autentica involución civilizatoria en las sociedades del Sur de Europa. El objetivo es transparente: una enorme redistribución de riqueza, renta y poder en favor de los grupos económicamente dominantes, de la plutocracia

El 14N, Europa vivió un salto de cualidad

El 14 de noviembre Europa vivió un salto de cualidad. Por primera vez, convocados por las centrales sindicales y por los movimientos sociales, miles de trabajadores y de trabajadoras salieron a las calles reclamando un cambio sustancial de las políticas económicas y sociales y soluciones reales a un desempleo galopante, a la precariedad laboral y las dinámicas de exclusión social y pobreza que se extiende como una mancha de aceite toxico sobre países, sobre todo, del sur. En España y Portugal se dio, por primera vez, una huelga general conjunta, seguida, en parte, en Italia y acompañada por masivas manifestaciones en Grecia, que en días previos realizó su enésima huelga general.
Parecería que las clases trabajadoras, los asalariados y los jóvenes salen de la pasividad e inician la lucha. Lo fundamental, es que se empiezan a engarzar “cuestión social”, “democratización política” y “soberanía nacional”. En el centro, una alianza social muy amplia nucleada en torno a unas clases trabajadoras (el así llamado precariado será un elemento clave) que empiezan a comprender que no basta solo resistir (fundamental, por lo demás) sino que deben dotarse de un proyecto de país que dispute la hegemonía a los poderes económicos y a la socialdemocracia y que organice “el gran rechazo” a las fuerzas fascistas. Como siempre, serán los trabajadores y las trabajadoras los que tendrán que defender las libertades y derechos enfrentándose a los poderes capitalistas desde un proyecto democrático-popular que busque una nueva sociedad de hombres y mujeres libres e iguales.

martes, 30 de octubre de 2012

Murió Txomin Zuloaga. Patriota vasco y comunista



Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.

Me moriré
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
Gabriel Aresti

Llevaba mucho tiempo intentando hablar con él y saber lo que pensaba del mundo y de sus cosas. Como me suele ocurrir últimamente, se murió mi amigo sin poder pasear por las playas que amaba. Me toca ahora acompañarlo por última vez. No será fácil.

Es curioso que hayan sido dos poetas vascos, tres quizás si añado a Unamuno, los que me han enseñado más sobre España. Me refiero a Blas de Otero y Gabriel Aresti. Vascos muy diferentes, es cierto, pero miraban a España de una manera singular, desde un punto de vista que hacían sobresalir rasgos no siempre perceptibles, y lo hacían a su manera, rotunda y clara.

Txomin Ziluaga también me enseñó a mirar a mi país y lo hizo como lo que siempre fue, un patriota vasco, internacionalista y solidario, que luchó por la independencia de su patria. Entre nosotros hubo acuerdos y desacuerdos, pero me ayudó a comprender el carácter plurinacional de este Estado, las pasiones y aspiraciones de los hombres y mujeres de Euskal Herria, la dignidad y la alegría que da la lucha. Fue un militante extremadamente coherente, combatió, sufrió la tortura, pasó una larga temporada en la cárcel y salió de esa experiencia más sabio, más rojo, más abertzale. No se rindió nunca.

Las derrotas también llegaron y las vivió con orgullo y con lucidez. Combinó principios muy sólidos con la modestia de los que saben mucho y vienen a este mundo a dejar la herencia de un trabajo bien hecho y con honradez.

Sus amigos nos quedamos más solos. Izaskun, te queremos.

Manolo Monereo, a 24 de octubre de 2012






lunes, 22 de octubre de 2012

Cataluña, nuevo Estado de Europa. España es culpable


La distinción entre normalidad y excepción me sigue pareciendo clave para entender la etapa histórica que estamos viviendo. El mundo cambia aceleradamente y los esquemas del pasado ayudan poco a entender lo que está ocurriendo. Nada explica mejor esto que las diversas interpretaciones que se están dando en torno a la llamada “cuestión catalana”.

La sucesión de asombros y quejas de tantos intelectuales bien intencionados ante la deriva soberanista catalana dice mucho de una la realidad que se escapa cada vez más de lo, para bien o para mal, pensamos de ella. Resulta que la globalización ponía en cuestión a los Estados nacionales y hay en el mundo más Estados que nunca. Resulta que la Unión Europea marchaba impetuosa hacia el federalismo y que los Estados nacionales progresivamente se “deconstruían” y aseguraban la solución de los viejos y nuevos problemas nacionales, y topamos con la paradoja de que es un viejo Estado nacional, la Alemania unificada, la que hegemoniza y pone en crisis la UE, precisamente porque tiene un diseño competitivo nacional. Resulta que la derecha política catalana, que ha mandado ininterrumpidamente desde la Transición (al final desde siempre) cree llegado el momento de convertir Cataluña en Estado independiente y asegurarse así un lugar en esta Europa en reestructuración, poniendo en crisis al conjunto del Estado español. Las paradojas son muchas y los viejos esquemas no consiguen aprehenderlas.

 No es casualidad. Se trata de hacer de Cataluña un nuevo Estado de Europa, de esta Europa, es decir de la Europa neoliberal, la que se esfuerza sistemáticamente en el desmontaje del Estado social, la empeñada en seguir degradando condiciones de vida y de trabajo para las mayorías sociales, la que, de una y otra forma, liquida la democracia entendida como autogobierno de los ciudadanos y ciudadanas. Todo ello, bajo la hegemonía del Estado nacional alemán. La burguesía catalana, conseguida por fin la hegemonía social y cultural, da ya la batalla en Europa. Tampoco en esto hay casualidades.

 El señor Artur Mas lo explicó con toda claridad en una reciente conferencia dada en Madrid y lo hizo a un modo muy tradicional, comparando Cataluña y su papel en el Estado español con Alemania –no podía ser de otra manera– en la Unión Europea. La dialéctica Norte Sur volvía a ser la clave del discurso. De un lado, el Centro rico, industrializado, culturalmente poderoso. De otro lado el Sur, pobre, subsidiado, pesado fardo que no deja que el centro se desarrolle y encuentre la salida de la crisis. No entro en otras cosas que suelen decirse y que se repiten cuando se habla de Portugal, de Grecia, de España y de Italia, que son simplemente insultos teñidos, muchas veces, de un racismo mal encubierto. 

 Se culpabiliza a un enemigo externo, a España, y nada se dice del poder que determina las políticas que se aplican en el Estado, es decir, la Unión Europea y sus instituciones, sobre todo, el Banco Central Europeo, de cuya sacrosanta independencia la derecha catalana siempre ha sido valedora. Se golpea a un “enemigo” débil y en decadencia y nada se dice de los poderes que están determinando el futuro de esta Europa y de Cataluña: el poder económico, la plutocracia que realmente nos gobierna. Esto también significa una ruptura con el catalanismo popular y la puesta en pie de un proyecto nacionalista que tiene más que ver con Cambó que con Lluís Companys y más que ver con la Padania de Humberto Bossi que con el federalismo democrático de Pi y Margall.

 Cuando, en condiciones de gravísima crisis económica y de enorme sufrimiento de las poblaciones se reabre el debate soberanista, éste no se puede desligar de las políticas que realmente se practican, del conflicto de clases y de los cambios geopolíticos que aceleradamente se están sucediendo en Europa y en el mundo. La mirada tiene que ser cualificada con estos datos porque sino acabaremos enzarzados en una discusión abstracta entre principios jurídicos. El debate sobre el derecho de autodeterminación se tiene que situar, necesariamente, en la realidad concreta de una determinada correlación de fuerzas nacional e internacional.

 ¿Es anecdótico que el gobierno de la derecha catalana haya sido, con mucho, el que con más virulencia ha aplicado los recortes sociales? ¿Es un dato menor que Cataluña fue uno de los lugares en donde el 15M tuvo mayor resonancia y que lo central en él fuesen las cuestiones sociales y ciudadanas ante la queja de los nacionalistas por la ausencia de la cuestión catalana entre sus reivindicaciones? ¿No es relevante que, culpabilizando de los males de Cataluña al resto del Estado español, hayan conseguido desviar el conflicto social y ocultar las políticas de derecha que han aplicado en Cataluña (en alianza con el PP) y a escala estatal apoyando al PP?

 Todas estas cuestiones no son, en absoluto, secundarias si se quiere hacer un análisis del derecho a la autodeterminación desde un punto de vista de clase e internacionalista. Y eso es lo que no se está haciendo, ni en Cataluña ni en España. Los actores son un nacionalismo catalán, claramente hegemonizado por la derecha, y un nacionalismo español, que siempre ha sido de derechas, en vías de volver a emerger como fuerza de masas, defendiendo unos y otros las esencias inmutables de sus “homogéneas” comunidades en medio de una gravísima crisis económico social y cuando Europa se encuentra en una encrucijada histórica. Y en medio, una débil izquierda, internacionalista y solidaria, intentando defender derechos históricos conquistados por los trabajadores, la regeneración de la política y el poder constituyente de la ciudadanía en unas condiciones, en Cataluña y en el Estado, que, para decirlo suavemente, nos condenan a una democracia oligárquica.

 Lo menos que se puede decir es que deberíamos ver con ojos nuevos y limpios viejos debates y sabiendo, como diría el clásico, que la verdad es siempre concreta.

Manolo Monereo
Madrid, 12 de octubre de 2012

sábado, 13 de octubre de 2012

Construyendo la alternativa emancipatoria






1.- De la crisis: ¿la barbarie sin alternativa?

 Sí, la crisis nunca es parálisis; es siempre reestructuración, transformación, modificación de equilibrios económicos y sociales. Es tiempo histórico que se acelera. Lo peor es pensar que la cantidad mutará en calidad por el hecho mismo de la crisis capitalista: nunca ha sido así. Lo subjetivo no es la consecuencia mecánica de lo objetivo: aquel tiene su propia dinámica, su propio desarrollo, sus marcos de posibilidad. La espera a que la crisis radicalice sin más el antagonismo social y que de ahí se derive la salida transformadora o revolucionaria es partir de una concepción economicista y especialmente primitiva de la dialéctica estructura- sobrestructura. El capitalismo no caerá por si solo; siempre hay salidas y es la política la que decide en último término, es decir, la intervención consciente sobre la correlación real de fuerzas. La dinámica de imaginarios sociales, organización, lucha social y propuestas políticas es la que determinará el papel de las clases subalternas en la coyuntura histórica y la orientación de eso que, con cierta ligereza, se llama la salida de la crisis capitalista. Aquí es donde reside el problema (estratégico) más importante, a saber, la desaparición, por parte del imaginario social de las clases trabajadoras, de la creencia en la deseabilidad y factibilidad de una sociedad alternativa al modo de producir, consumir y vivir del capitalismo, es decir, de eso que históricamente las clases subalternas han llamado socialismo. No parece posible, a medio y largo plazo, resistir, luchar y organizarse con una subjetividad bloqueada y desnortada. De ahí, que la reconstrucción del poder social de las clases subalternas tenga un componente político-cultural fundante: organizar un imaginario emancipatorio alternativo a la crisis del capitalismo realmente existente. La disyuntiva “socialismo o barbarie” intentaba, expresivamente, poner de manifiesto la enorme involución civilizatoria que supondría la continuidad de un capitalismo en decadencia ante la imposibilidad de construir una alternativa revolucionaria. Las palabras de Rosa Luxemburgo siguen teniendo hoy la misma fuerza que cuando las pronunció, a pocos días de su asesinato “¡Socialismo o hundimiento en la barbarie!”. La comunista alemana reformulaba con mucha agudeza un conocido, y fundamental, paso del Manifiesto Comunista de Marx y Engels (la imagen de la decadencia del Imperio Romano está muy presente) “lucha (de clases) que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”. La desaparición del imaginario revolucionario de las clases trabajadoras nos conduce a una situación histórica donde parecería que la crisis civilizatoria del capitalismo senil o en decadencia no tiene alternativa. Con mayor precisión: una barbarie sin otra salida que la previsible autodestrucción de la especie humana. Por esto, no basta solo con propuestas políticas concretas, con atenerse a los problemas de la gente, con la lucha social y la acción colectiva sino somos capaces a la vez de construir creencias, valores, principios que legitimen el compromiso de las personas con la emancipación; tener sólidas razones políticas y morales que justifiquen la crítica al desorden existente y la opción por otro tipo de sociedad y de poder. En este sentido sabemos que las palabras comunismo, socialismo, están para muchas gentes negativamente marcadas. Esto será así durante mucho tiempo y es posible que la sociedad alternativa no se reconozca en esos nombres. Ahora bien, hay que ser prudentes y no dar por definitivamente perdidos imaginarios sociales que han nutrido la memoria histórica de las clases subalternas y que son un formidable problema no resuelto del programa (ahora sí) de la emancipación social. Y más allá, dar por mal terminada una larguísima historia de sufrimientos, de luchas desesperadas y gestas heroicas de masas en los cinco continentes. El socialismo/comunismo implica una historia, una lucha social centenaria y una experiencia real que no puede ser cancelada sin recuperar sus dilemas, sus limitaciones culturales y los enormes desafíos que dejan para los que creemos que el capitalismo debe ser superado y que es posible y necesaria otra sociedad, otra economía y otro poder al servicio de las necesidades de las personas, en armoniosa relación con la naturaleza, de la que irremediablemente somos parte.

 2.- Para caracterizar la fase

 2.1. El mundo está cambiando de base  PINCHA AQUI PARA SEGUIR LEYENDO >>>

domingo, 7 de octubre de 2012

Crisis. Estado de la cuestión. La Unión Europea ¿solución o problema?

Videos de la conferencia organizada por Socialismo 21, en julio de 2012

sábado, 6 de octubre de 2012

Frente Cívico. El retorno del soberano


Siempre me pareció interesante la posibilidad de hacer una encuesta entre la población y preguntarle a las personas quién era  para ellos el soberano de la Constitución Española. Tengo la impresión que una parte muy significativa diría que el soberano es el Rey Juan Carlos.

En la transición se habló mucho de que la democracia era, básicamente, dejar de ser súbditos y convertirnos en ciudadanos. Cabe preguntarse, casi 40 años después de la muerte del dictador, si la ciudadanía de nuestro país cree realmente que la soberanía reside en el pueblo y que la legitimidad democrática del sistema depende de eso.

Hoy la separación entre la clase política y la ciudadanía es enorme y tiende a acentuarse. El soberano, es decir, los ciudadanos y ciudadanas, se sienten impotentes, objeto y no sujeto de su historia y sin ningún poder para cambiar las cosas. Su vida y sus derechos sociales y laborales están en permanente retroceso; sus libertades reales, encogidas, y el futuro, sobre todo para las nuevas generaciones, bloqueado. No es de extrañar que en las grandes manifestaciones de los últimos tiempos, el grito más coreado haya sido, precisamente, el “no nos representan”. Ese “no” va dirigido a los parlamentarios, a las Comunidades Autónomas, a los poderes del Estado, a la Casa Real.

¿Qué hay detrás de todo esto? En primer lugar,  una gravísima crisis económica que está siendo aprovechada para liquidar derechos y conquistas históricas de las y los trabajadores. La Europa que era la “solución” a nuestros males históricos, se convierte cada vez más en un problema, unas instituciones que el sentido común relaciona con políticas de derechas bajo la hegemonía alemana.

En primer lugar, la captura de la clase política por los poderes económicos. Los políticos y la política aparecen en el centro de todas las críticas; ellos son los culpables, pero se deja a un lado que lo son, precisamente, porque no tienen ninguna autonomía frente a los poderes fácticos y porque se subordinan a ellos. Aparece la corrupción pero no los corruptores y se olvida un hecho esencial, que la corrupción ha sido siempre el mecanismo que usan los poderes económicos para mandar.

En tercer lugar, es que vivimos un estado de excepción. ¿En qué consiste? En la suspensión del derecho y en el dominio de los poderes fácticos (económicos y mediáticos), es decir, poderes no elegidos y no responsables democráticamente. La Constitución de 1978 es, cada vez más, algo meramente nominal y funciona solo en los supuestos que no se oponen al dominio de estos poderes. Estamos, en la práctica, ante la transición a un nuevo régimen que denominaríamos de democracia oligárquica, sin el ejercicio del poder constituyente y a espaldas del pueblo, es decir, del soberano.

El Frente Cívico viene a denunciar esto, que se está liquidando un régimen constitucional y que ninguna fuerza política, salvo la actitud crítica de IU, está oponiéndose realmente a ello. Se trata de construir un poder ciudadano que defina democráticamente nuevas reglas, nuevos criterios y nuevos objetivos. A eso se le ha llamado históricamente poder constituyente. La condición previa es la movilización ciudadana y la ruptura con el bipartidismo político (apoyado siempre por la burguesía vasca y catalana, PNV y CiU) piedra angular de todo un sistema que ha entrado definitivamente en crisis.

Para superar la creciente separación entre las instituciones y la ciudadanía, un estado de excepción que se convierte en permanente, no cabe otra opción que devolverle la palabra al pueblo. Hay que generar las condiciones para una gran convergencia política y social que se oponga a la actual involución civilizatoria y que defina un nuevo proyecto histórico para el país. Eso es, muy resumidamente, lo que pretende el Frente Cívico.

Hace apenas unos meses una propuesta así habría sido definida como la enésima locura de Anguita. Hoy los cuerdos no son capaces de entender que vivimos una triple crisis: de régimen, de Estado y de la política en sentido fuerte. Se podría decir que la normalidad nos condena a la catástrofe.

No tenemos todo el tiempo del mundo para cambiar.
Manolo Monereo Pérez

Madrid, 23 de septiembre de 2012