miércoles, 24 de diciembre de 2014

Felicidades desde el sur

"Luna de miel" canción de Mikis Theodorakis que, muchos recordaréis, interpretaba Gloria Laso.

Felicidades desde el sur, desde la patria común del Mediterráneo.

martes, 23 de diciembre de 2014

Reforma constitucional o proceso constituyente: el PSOE como verdadero partido del régimen.

 
(Foto: eldiario.es)
El PSOE ha sido el partido del régimen del 78 y su futuro está unido a él. Puede parecer exagerado pero si analizamos las cosas en el largo plazo y sin prejuicios, nos daremos cuenta de que los fundamentos y los consensos básicos del actual régimen los ha marcado el Partido Socialista. Esa es su grandeza y su debilidad. No es este el momento de hacer un análisis de los últimos 30 años de vida pública española, solo insistir en eso que Felipe González llamó cuestiones de Estado y que se fueron convirtiendo en la verdadera “Constitución material” por arriba y por debajo de la “Constitución formal” del 78.
En primer lugar, hoy se tiende a olvidar, el alineamiento sin fisuras con la Administración Norteamericana y con la OTAN. Los gobiernos del PSOE nunca han tenido dudas sobre estas cuestiones, sabiendo como sabían que una parte mayoritaria de la opinión pública española es pacifista y que la izquierda social y cultural defendió siempre el no alineamiento. Se dirá que Zapatero retiró las fuerzas de Irak; esto es verdad, pero se olvida, de un lado, que era una promesa firme y clara de Zapatero que tenía detrás las mayores manifestaciones públicas de la historia democrática de España y, de otro, que una de las últimas decisiones de Zapatero fue la ampliación de la base de Rota, desde un posicionamiento muy definido en favor de la estrategia político-militar norteamericana contra Rusia y China.
En segundo lugar, la Unión Europea. Las crisis hacen que todo parezca mucho más claro. Hoy sabemos que la UE era algo más que los fondos FEDER y su famoso “modelo social”. Para el PSOE, representando a los poderes económicos y a las élites políticas, la UE ha sido una auténtica “fuga” de los problemas estructurales de España y una apelación permanente a una benéfica Europa que nos iría resolviendo las dificultades que surgieran en el camino. Hoy sabemos que la UE es el problema y que detrás de tanta palabrería hueca lo que se esconde es un diseño neocolonial que nos hace cada vez más dependientes y subalternos de una Europa bajo hegemonía alemana.
Lo tercero tiene que ver con lo que podríamos llamar programa conjunto PSOE-PP. La Unión Europea sigue siendo en nuestro país el “debate imposible”. Tanto Izquierda Unida como Podemos parten de un supuesto irreal: que España es un Estado soberano. Y no lo es. Somos, dígase como se quiera, un protectorado de los “poderes fuertes” europeos. Tanto el Tratado de Lisboa como los otros tratados, que lo han profundizado y agravado, dejan un margen de maniobra muy pequeño para los gobiernos elegidos democráticamente en el sur de Europa. El verdadero programa de coalición PSOE-PP son justamente estos tratados, es decir, las “líneas rojas” que todos los gobiernos han de respetar. La “seguridad” que da Pedro Sánchez a los poderes fácticos es precisamente su aprobación y su respeto escrupuloso a los tratados europeos que obligan, más allá de la retórica, a aceptar el modelo neoliberal.

martes, 2 de diciembre de 2014

Para que IU tenga futuro, las lecciones de las primarias de Madrid


Los problemas político-electorales de IU siempre han sido un problema de IU y de ella dependen sus soluciones. Las primarias de Madrid así lo prueban. Ha bastado un procedimiento adecuado e innovador, ideas claras y personas solventes para suscitar atención y entusiasmo en una Izquierda Unida, justo es reconocerlo, que pasa por dificultades electorales no pequeñas. Hay que subrayar que los ataques a las candidatura, especialmente a Tania, han sido infames y que se notaba muy fuertemente el “fuego amigo”. Atrás han quedado las teorías  conspiratorias, el recurso a los enemigos internos y externos y lo que ahora queda como lección fundamental es que Izquierda Unida tiene futuro, un enorme potencial político y electoral si, y solo si, es capaz de autorreformarse y realizar los deberes que se vienen posponiendo desde hace mucho tiempo.
Para que IU tenga futuro, a mi juicio, es necesario tener algunas ideas claras, transformarlas en propuestas y llevarlas a cabo con eficacia. IU tiene capacidad sobrada para ello y hay una amplísima demanda en su base social y en su base electoral. El objetivo es claro: convertirse en una fuerza política determinante en el cambio histórico que se ha abierto en España. Como lo diría Anguita:  convertir la brecha que ha abierto Podemos en un inmenso agujero donde quepa un proyecto autónomo de izquierdas.
Quizás, la primera idea tiene que ver con el tono vital y con el estilo de hacer política. IU debe de sintonizar con los deseos de cambio que hay en la sociedad y con las nuevas generaciones que están haciendo su propia experiencia política. Desde las elecciones europeas IU aparece

domingo, 30 de noviembre de 2014

Por Tania, por Mauricio


Está siendo una demolición planificada y sistemática. No hay piedad ni pausa. A Tania Sánchez se le ha acusado de todo o casi todo, se le ha injuriado, calumniado, insultado para apartarla como candidata de Izquierda Unida a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. El asunto no tiene demasiada lógica. Estamos hablando de una formación política que está electoralmente en horas bajas y que aparece en las encuestas en 4º o 5º lugar. Se podría decir que se trata de un “ataque en diferido” que busca perjudicarla sin reparar en medios. Aun así, lo que más ofende a la razón es la “normalización” del machismo como instrumento político.
Algunos medios han hablado de “fuego amigo”, es decir, que una parte de las acusaciones y dossiers falsos han salido de la propia IU. Esto no me lo puedo creer.  Estoy convencido que desde una organización de izquierdas y democrática no se puede demonizar a una compañera que, guste más o guste menos, representa a una parte sustancial de nuestra organización. Más bien entiendo que estamos ante una ofensiva mediática mal conducida por la dirección de IU de Madrid. Hay que recordar que las primarias son solo eso, primarias. Modificar unas reglas del juego aprobadas legítimamente a unos días de la votación, dice pocas cosas honorables de una mayoría que desde hace años está sobrepasada por la realidad. Las primarias que se aprobaron estaban abiertas a simpatizantes; éstos tenían que cumplir unos determinados requisitos y, lo que no se puede, a estas alturas, es impugnarlos por sospechas nunca concretadas donde lo singular se convierte en categoría.
Los trabajadores y trabajadoras, las gentes de IU han tenido siempre mucho olfato. A esto se le llamó en otros tiempos instinto de clase. La pregunta que habría que hacerse es la siguiente: ¿por qué atacar con tanta crueldad y ensañamiento a una candidatura de una fuerza política que, aparentemente, no es alternativa de poder en Madrid? La derecha económica, política y mediática lo tiene claro. Tania y Mauricio pueden ser alternativa de gobierno en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid. Esto es, en puridad, lo que aporta esta candidatura. Tania y Mauricio salen, no para ganar unas primarias internas en una formación como Izquierda Unida, sino que son una candidatura para ganar Madrid. Eso supone, al menos, dos cosas: confianza en el potencial de Izquierda Unida y voluntad de ser mayoría en la sociedad y en las instituciones. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

Un nuevo comienzo de Izquierda Unida



 

Para Silvia Medina, 
con el corazón partido
                                                                             Siempre hemos estado ahí y queremos ser protagonistas y actores principales en la tarea colectiva de construir un Nuevo Proyecto de País. Así se podría definir el último Consejo Federal de Izquierda Unida. Cayo Lara ha cumplido con lo que esperábamos de él, político limpio y al servicio del proyecto histórico que la IU de Julio Anguita ha defendido desde hace tres décadas: reconocer la nueva situación del país y dar paso a una nueva generación que ya es hoy mayoritaria en la organización. Alberto Garzón es la cara, los ojos y la inteligencia de un proyecto colectivo que, como pronto se verá, es hegemónico en Izquierda Unida.
IU no es ni la izquierda de Podemos ni parte del bloque anti Pablo Iglesias que los poderes están organizando en nuestro país. Julio Anguita, con su lucidez acostumbrada, ha venido insistiendo mucho sobre una idea: Podemos ha abierto una grieta y nosotros queremos convertirla en una fractura del régimen borbónico en proceso de restauración. Queremos ser alternativa, no alternancia y queremos converger con todos aquellos que quieren ir a un proceso constituyente que, a nuestro juicio, debe de ser una revolución democrática que haga a nuestro pueblo protagonista de su destino.
IU es necesaria. Se puede decir que ahora más necesaria que nunca, más allá de las encuestas y de los más o menos previsibles malos resultados electorales. Lo decimos con humildad pero con mucho coraje moral: sin IU, sin sus hombres y mujeres, sin sus cuadros y su organización no habrá cambio verdadero en España. Eso lo sabe Pablo Iglesias y lo sabe Alberto Garzón.
Somos, entre otras muchas cosas, una memoria colectiva. Nuestra patria tiene una segunda oportunidad: poner fin a un régimen oligárquico, autoritario y profundamente antinacional que nos ha gobernado secularmente. La crítica a la transición tiene que ver con esto. El PSOE fue siempre la restauración de ese régimen. Nunca lucho en serio por un cambio real en el país Nosotros queremos construir un bloque democrático y popular capaz de cambiar la política desde la raíz, democratizar el poder económico y asegurar la independencia de nuestra patria.    SEGUIR LEYENDO ---->

sábado, 25 de octubre de 2014

La corrupción como instrumento político e ideológico de los poderes económicos: La Trama


Para entender lo que pasa aquí y ahora es necesario hacerse siempre la siguiente pregunta: ¿cómo mandan los que no se presentan a las elecciones? Es un viejo y siempre actual problema. Refleja la contradicción orgánica entre la democracia y el capitalismo, es decir, entre un sistema político que se fundamenta en la igualdad jurídico-formal de las personas y    una formación económico-social organizada en base a una desigualdad estructural de poder, renta y riqueza entre clases y grupos sociales. Las relaciones entre democracia y capitalismo han sido siempre conflictuales y, periódicamente, ambas lógicas político-sociales se hacen más antagónicas y contrapuestas, coincidiendo, no es casual, con graves crisis económicas del capitalismo.

Volvamos a la pregunta: ¿cómo mandan los que no se presentan a las elecciones? Si observamos con cuidado los tenedores de las “tarjetas negras” de Bankia, ¿qué vemos? La cooptación de la entera clase política por los poderes económicos. El instrumento fundamental: la corrupción. Lo que asombra —aquí también hay clases— no es que la derecha política sea corrupta (esto se sabe desde siempre: es una de sus características genéticas, por así decirlo) sino que una parte significativa de la izquierda social y política se deje atrapar en la madeja de intereses corporativos y en los conflictos de los varios grupos de poder en el entorno del PP y lo haga por dinero, mucho, hasta muchísimo para la gente normal, pero calderilla para los que mandan y no se presentan a las elecciones.

El bipartidismo imperfecto (PP y PSOE más la burguesía vasca y catalana) ha sido esencial. Los que mandan y no se presentan a las elecciones necesitaban garantías de que sus intereses nunca serían cuestionados y volvieron a  lo de siempre: dos partidos que se turnaban, en beneficio de los intereses generales de la oligarquía dominante, garantizados, en último término, por su corrupta majestad el rey. Como siempre, es decir, en las permanentes y, por ahora, inevitables restauraciones borbónicas, la derecha  lo era de verdad; la izquierda era un sucedáneo, con el objetivo específico de impedir el surgimiento y desarrollo de una izquierda verdadera.

Aquí deberíamos afinar y ver lo nuevo, lo singular, de la corrupción en esta fase concreta. Se suele decir, se repite una y otra vez, que siempre habrá corrupción, que es algo natural al ser humano y a la política. No estoy de acuerdo: este tipo de capitalismo monopolista-financiero lleva en su seno y necesita de la corrupción para mantenerse y desarrollarse. Esta es la novedad. Se dirá que es el capitalismo en general, y seguramente es verdad, pero hay que esforzarse en profundizar y en delimitar lo específico de la fase.
El neoliberalismo, capitalismo senil y depredador, sitúa en su centro, en su modo normal de funcionamiento, la especulación, los negocios fraudulentos, la información privilegiada, el expolio de lo público y el ataque a los derechos económico-sociales. La frontera entre lo legal e ilegal desaparece conforme se llega a la cúpula de los poderes económicos-financieros y solo se hace evidente cuando se baja a la base de una sociedad, en el lugar donde habitan, luchan y sufren los hombres y mujeres normales. La legalidad aplicada contra las personas, contra las clases subalternas, de nuevo, “clases peligrosas”.
No me gusta el término casta. ¿Por qué? Porque no anuda, no engarza y no relaciona a los poderes económicos y mediáticos con la clase política. Parecería que la corrupción es cosa de los políticos y solo de ellos. ¿Y los corruptores?, ¿dónde están?, ¿quiénes son?, y ¿para qué compran los poderosos a los políticos? Todo esto desaparece y se pone el foco en los representantes de los ciudadanos, ligando política con corrupción, libertades públicas con expolio del Estado. Por esto prefiero el término trama, precisamente, para poner de manifiesto que existe una relación subjetivamente organizada y necesaria entre el poder del dinero y los políticos del régimen bipartidista. Para que los gobiernos realicen y practiquen políticas contrarias a los intereses mayoritarios tienen que ser corrompidos, anulados y sometidos. Gobernar termina siendo, en la Unión Europea del euro, el arte para conspirar contra los ciudadanos y formar parte de la antipolítica organizada desde la cúspide del poder corporativo y mafioso de las finanzas.
Hay un juego perverso. Los poderosos someten a los políticos. Los medios de comunicación, casi siempre controlados por los que mandan y no se presentan a las elecciones, se hacen eco de los escándalos y denuncian, con razón, a los representantes de los ciudadanos desde una lógica que oculta las necesarias relaciones entre los corruptores poderes económicos y sus subalternos políticos corrompidos. La ideología que se crea es del mayor interés para la oligarquía: la política es corrupción, luego hay que dejársela a los que viven de ella y el resto, la ciudadanía, a lo suyo, a aguantar y al sálvese como se pueda. Abandonar lo colectivo, privatizar lo público y renunciar a la emancipación social y política. Es el “no te metas en política”, que nos aconsejaban nuestros padres, duramente escarmentados por el terror franquista.
Los “neoliberales de todos los partidos” suelen insistir en que los culpables de la corrupción son los políticos y que su origen está en que el Estado interviene mucho y tiene demasiado poder.  Su receta es conocida: más liberalizaciones, más privatizaciones, más desregulaciones. Lo más significativo del asunto es que a más predominio de los grupos de poder económicos, más corrupción, más degradación de la sociedad civil, mayor concentración de renta y riqueza, mayor fuerza de los oligopolios y prostitución del mercado como institución social.
El país necesita una revolución democrática que haga real y efectivo lo que dicen las Constituciones: que el poder reside en la soberanía popular. No será fácil, pero la revolución, para ser realmente democrática, tiene que romper con la trama oligárquica que gobierna de facto nuestro presente y controla e impide nuestro futuro como personas libres e iguales. Esto también depende de nosotros: hacer lo necesario posible y diseñar un futuro con sentido para los hombres y mujeres de carne y hueso.


Manolo Monereo

jueves, 9 de octubre de 2014

¿Por qué hoy para ser reformista de verdad hace falta ser revolucionario?

Todo tiene que ver  con la experiencia última de la socialdemocracia y el específico experimento de Hollande en Francia. El tema es conocido: cuando la derecha gobierna hace políticas neoliberales, y cuando gobierna la izquierda, también. Claro y evidente: las grandes fuerzas políticas están de acuerdo en lo fundamental y divergen solo en lo accesorio. Hay un pluralismo meramente formal y en todas partes mandan aquellos que no se presentan a las elecciones, es decir, los grandes poderes económicos-financieros. Como resumen y síntesis puede valer, creo.
Estos son los hechos,  habría que ir más allá e intentar explicarlos. Que Francia estaba en el ojo del huracán de eso que se llama los mercados, lo sabíamos todos; conocíamos  con mucha precisión que la Comisión Europea estaba al acecho y que la señora Merkel, como representante del todopoderoso Estado alemán, venía advirtiendo de los incalculables males que para la Unión Europea y el euro tendría una Francia enferma; ni que decir tiene que esta opinión es compartida por la gran patronal francesa, los medios de comunicación y la derecha en sus diversas y complementarias posiciones.
Paul Krugman, entre otros muchos, ha subrayado una y otra vez que no hay razones económicas para tanto escándalo y que “el golpe” de Hollande nada tiene que ver con el futuro de Francia y de sus gentes, sino con algo más sustancial: redimensionar el Estado y recortar los derechos sociales. En todas partes lo mismo: la socialdemocracia hace lo que la derecha no se atreve o no puede hacer. Ahora se trata, ni más ni menos, de liquidar las bases de la República, es decir, los derechos de ciudadanía que han fundamentado una cultura pública y el sentido de pertenencia de una entera comunidad política.
Que los socialistas franceses han traicionado sus promesas electorales, lo dicen las elecciones y lo confirman las encuestas: la popularidad del presidente francés apenas supera el 10% y la derecha podría ganar las próximas elecciones en competencia, dura, con el Frente Nacional. De esto no hay dudas; sin embargo, queda por explicar el porqué de esta autoinmolación, de esta autodestrucción de la socialdemocracia que, es justo subrayarlo, no logra capitalizar la izquierda alternativa francesa.
Como siempre hay muchas razones: la carencia de un proyecto alternativo al neoliberal dominante; la desnaturalización del viejo proyecto socialdemócrata y la ruptura con los sindicatos, en un momento de recomposición y pérdida de referentes políticos de las clases trabajadoras; los cambios en la organizaciones partidarias y la tendencia prevaleciente a una mayor homogeneidad de las fuerzas políticas en las llamadas sociedades de la información.
Se podría continuar y afinar más. Sin embargo, me gustaría centrarme en lo que creo que es fundamental: las consecuencias políticas, económicas y sociales del modelo de poder y de acumulación del capital impuesto por el neoliberalismo en estos últimos veinte años y,  específicamente, en esto que se llama la construcción europea, es decir, la Unión Europea del euro.
Si pretendiéramos definir el aspecto más característico del proyecto (contra-) revolucionario neoliberal sería con el término irreversibilidad. Todo el mecanismo de poder funciona con este propósito claro y rotundo: hacer irreversible el modelo capitalista neoliberal, por eso van desmontando todos y cada uno de los instrumentos de control y regulación  social del mercado. Se trata de garantizar que la oligarquía económica-financiera siga dominando más allá  de las elecciones y  de los cambios en el gobierno. Desde otro punto de vista: posibilitar la alternancia e impedir o dificultar decisivamente la alternativa al modelo.
La experiencia de nuestros ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central es bastante evidente. Se podría exponer así: ¿cómo desprivatizar lo privatizado?; ¿cómo recuperar decenas y decenas de empresa municipales y autonómicas  de servicios públicos entregadas a los capitalistas amiguetes?; ¿cómo reconstruir un tejido empresarial público capaz de industrializar el país?; ¿cómo recuperar la soberanía económica en una Unión Europea que nos condena a ser una periferia subdesarrollada y dependiente de los centros económicos dominantes nucleados por el Estado alemán?
Se podría continuar. Lo que se quiere decir es simple: el poder que se tiene aquí y ahora cuando se accede al gobierno es un mucho menor que antes. Los gobiernos de la derecha y de la socialdemocracia conscientemente se fueron atando las manos y dejando al poder económico el control de los gobiernos elegidos democráticamente. La maquina expropiatoria ha sido la Unión Europea. Todo el diseño de fondo de lo que impropiamente se llama Europa tiene un doble objetivo: dejar fuera de la dirección y del control popular (de la democracia) a la economía, privatizar el Estado y convertirlo en una PYME.
Era el viejo sueño de Hayek: impedir la “politización” de la economía y frenar la “demagogia populista  de los políticos”, es decir, que los elegidos por el  pueblo no tuvieran en cuenta los deseos y aspiraciones de la ciudadanía a favor del pleno empleo, los derechos laborales y sindicales, el disfrute de los derechos sociales... La  mejor vía: que la dirección de la economía esté en manos de un Banco Central sin control democrático alguno, dedicado a velar por el valor del dinero y alejado del mundanal ruido de las personas de carne y hueso.
La otra cara de la moneda era también evidente: impedir la construcción de un “Estado Europeo” que, de una u otra forma, reuniera los atributos y funciones de los Estados nacionales. Por eso es una gloriosa tontería hablar de que este tipo de entramado institucional tiene algo que ver con un futuro federal, una especie de Estados Unidos de Europa, para nada: es esta forma de dominio político la que se buscaba, es decir, Estados minimizados, amputados de su soberanía económica y con democracias devaluadas y oligárquicas donde las grandes fuerzas de la derecha y de la izquierda se turnan para el mayor y único beneficio de los grandes grupos de poder económico-financieros.
Los dos últimos tratados ratificados por la mayoría de los Estados (Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria; Tratado Constitutivo de el Mecanismo Europeo de Estabilidad) van mucho más allá del Tratado de Lisboa, imponiendo durísimas condiciones a los gobiernos y con mecanismos de sanciones casi automáticas para aquellos que no cumplan con las directrices de las instituciones de la Unión, es decir, de la troika.
En un marco así construido, no se pueden hacer políticas socialdemócratas en sus varias acepciones y solo cabe romper con las reglas de juego dominantes. No nos engañemos, con las constricciones político-económicas vigentes en la UE no se pueden hacer políticas que nos hagan salir de la crisis desde los intereses de la mayorías sociales; el pleno empleo con derechos se convierte en quimérico y el Estado social, su defensa y desarrollo, en mera declaración de intenciones de fuerzas de oposición que traicionarán, con mayor o menor desparpajo, una vez que estén en el gobierno.
La experiencia latinoamericana enseña mucho. Salir del modelo de poder y de acumulación neoliberal exige un proceso constituyente, es decir, una nueva legalidad, una nueva Constitución al servicio de una nueva legitimidad plebeya y republicana. Esta sigue siendo la línea de demarcación: restauración o ruptura democrática. Un gobierno Podemos-Izquierda Unida, por ejemplo, si quiere hacer de verdad políticas sociales y democráticas avanzadas, tiene que iniciar un proceso constituyente que defina una nueva relación con Europa (que es mucho más que la UE), subordine la economía a la satisfacción de las necesidades humanas básicas, ponga los fundamentos de un verdadero Estado federal (desde el reconocimiento del derecho a la autodeterminación), garantice constitucionalmente los derechos sociales y se comprometa activamente con la lucha a favor de la igualdad sustancial entre hombres y mujeres, asegurando la paz con el planeta y con las demás naciones.

Se puede y se debe criticar a la socialdemocracia, pero hay que hacerlo desde el convencimiento de que, en nuestras especificas condiciones, reformas no reformistas, como se decían en otros tiempos, exigen conquistar el gobierno para desde él transformar las instituciones y asegurar un cambio real en la relación de fuerzas. Una estrategia nacional-popular tiene aquí su origen y fundamento.


Manolo Monereo Pérez

viernes, 8 de agosto de 2014

El verdadero objetivo impedir la alianza entre Izquierda Unida y Podemos

                                                                                 




Para las compañeras y compañeros del CEPS

Siempre es bueno saber donde se está en cada momento, cual es la fase política real que  se vive y ser capaces de distinguir lo episódico de lo fundamental, las voces de los ecos, que decía el poeta. Tiene esto que ver con un fenómeno que en momentos como el presente es mortal de necesidad, nos referimos a  hacer política a base de titulares de prensa y situar los mayores o menores desajustes internos de las fuerzas políticas en el centro de las preocupaciones, olvidando, que a pesar de la aparente normalidad, esta etapa se caracteriza por una lucha especialmente dura y hasta encarnizada, entre las fuerzas empeñadas en la consolidación del nuevo régimen monárquico y aquellos que defendemos la ruptura democrático-republicana. Olvidar esto es perderse y no tenemos todo el tiempo del mundo para dar vueltas sobre nosotros mismos: hay que hacer política y a lo grande. No queda otra.

Los nostálgicos de la Constitución del 78, cada vez menos, es verdad, plantean este asunto de modo diferente: estamos en un paréntesis doloroso, muy doloroso, pero transitorio; volveremos pronto al pasado, a los pactos, a la negociación colectiva, a los derechos sociales, al crecimiento económico y a la paz social. Esta es la penúltima quimera (siempre caben más) de los que se niegan a afrontar la realidad y sacar consecuencias políticas y estratégicas adecuadas. No, el pasado no volverá. La disyuntiva aparece cada día más clara: o un nuevo régimen monárquico, en  acelerada construcción, basado en una democracia “limitada”, “oligárquica” y crecientemente “autoritaria”, o un proceso constituyente que defina un nuevo proyecto de país fundado en una democratización sustancial del poder económico, político y mediático-cultural.

Cabe una variante, vengo insistiendo en ello desde hace tiempo, el transformismo, es decir, usar la fuerza de los que quieren cambios reales para consolidar nuevas formas de dominio que lejos de ”democratizar la democracia” consoliden y hagan más fuertes poderes económicos y mediáticos y su control  sobre la clase política. La clave está, en muchos sentidos, en el gobierno de Rajoy y, secundariamente, en su partido. El poder del Estado es siempre decisivo y en épocas de transición mucho más: coordina, centraliza y ordena los diversos poderes (incluido los no gubernamentales)  y los convierten en decisión política.
El gobierno del Estado (del bloque del poder, sobre todo) tiene que tomar opciones nada fáciles, la primera el papel del PSOE en la sociedad española. Sin una ayuda potente de los poderes fácticos, el Partido Socialista no levantará el vuelo. La operación primarias no parece  haber servido para dar una señal inequívoca de recuperación y todo apunta que los problemas de su decadencia político-electoral siguen estando muy presentes y sin una salida visible. El tema de fondo es simple: el papel del partido de Felipe González ha sido  históricamente hacer imposible una alternativa de izquierdas, asegurando la leal alternancia de los partidos dinásticos. El avance de Podemos y la consolidación de IU  lo hacen innecesario para esa función y lo obligan a definirse en un nuevo campo político, donde las opciones son todas muy complicadas y con resultados inciertos. El PP, al final, puede dejarlo caer.

Otro asunto de calado es la llamada “cuestión catalana”. La presión de los poderes está siendo muy fuerte, intentando una salida que ayude a la consolidación del nuevo régimen en construcción y que, sobre todo, no contribuya a acumular fuerzas del lado de los que impulsan la ruptura y el proceso constituyente. Al final, el asunto tiende a alinearse del siguiente modo: reforma constitucional o proceso constituyente, es decir, es lo sustancial, evitar el protagonismo del sujeto popular, de las mayorías sociales en el cambio político. Rajoy sigue teniendo el “botón nuclear”: convocar elecciones generales anticipadas con la secesión catalana en el centro, generando así un nuevo alineamiento político e impulsando una salida mucho más a la derecha de la crisis del régimen.

Ahora bien, el catalizador, el acelerador de los cambios sigue siendo el avance electoral de las fuerzas rupturistas, es decir, Izquierda Unida y Podemos. No tener esto en cuenta, situarlo en un segundo plano o jugar a política palaciega es caer en las trampas de los poderes realmente existentes. Dividir a las fuerzas del cambio, cooptarlas, desviarlas del objetivo siempre ha sido la política de los que mandan. Parecería que ahora se está ensayando un “pacto bajo mesa” cuyo contenido sería algo así como “todos contra Podemos”, intentando impedir la necesaria unidad, la alianza, no hay que olvidarlo, que reclaman los hombres y mujeres de izquierda, la ciudadanía, que quiere poner fin a tanto sufrimiento social, al paro y a la pobreza, a los desahucios, y hacerlo viable, no es poca cosa, con la movilización y la lucha social.

La esperanza de que el cambio es posible, de que está en nuestras manos y  que depende de nosotras y nosotros, es una fuerza social, un imaginario tan poderoso, que va más allá de IU o de Podemos. El acento hay que ponerlo en este aspecto: la hegemonía se construirá en torno a la capacidad de unir a las fuerzas por la transformación y traducirlas en una propuesta político-electoral solvente, mientras, el “partido orgánico” (Gramsci) sigue creciendo y acumulando voluntades, hasta el punto que se puede estar  pasando de la simple adición a la multiplicación de fuerzas y consensos, que sitúen la cuestión de la alternativa en el horizonte de lo posible. No entender esto es desconectar de la gente y convertirse en prescindible social y electoralmente.

La unidad no es fácil, nunca lo ha sido, tampoco en el interior de las fuerzas políticas, de esto sabemos mucho en IU. Podemos es una fuerza en construcción, que aspira a ser algo más que un excelente aparato político electoral. Hay una tendencia de fondo en favor suya y, lo que es más importante, está cambiando el campo político en su conjunto, obligando  a los actores a definirse frente a ella y a cambiar la agenda política. Su convergencia con IU es un reto nada fácil y la lógica de la diferenciación pesa y pesará mucho. La pregunta de fondo es pertinente: ¿puede aspirar Podemos al gobierno del país sin  IU o contra IU?

Ciertamente, esta pregunta debe de responderla también IU y hacerlo sin ambigüedades. En principio, la respuesta no resulta difícil: desde hace varios años, especialmente desde su última Asamblea, hace año y medio, IU adelantó temas y  propuestas que posteriormente Podemos recogería y las convertiría en discurso propio. IU no tiene que cambiar de política, ni adaptarse sin más a los nuevos tiempos: llegamos autónomamente y desde nuestro proyecto a una propuesta estratégica que no por casualidad se  resumía en la en algo tan inequívoco como la Rebelión Democrática, ni más ni menos.

¿Dónde ha estado el problema? En que no hemos sido plenamente coherentes con nuestra política, que no confiamos suficientemente en lo que aprobábamos en nuestros órganos de dirección y que al final se impuso el seguimiento de unas encuestas que nos eran aparentemente, solo aparentemente, favorables y la atención preferente se centró en los previsibles gobiernos futuros con el PSOE. Lo que se impuso por los hechos y por las decisiones que se iban tomando era algo así como: menos procesos constituyentes, menos república, menos rebelión democrática y más programa concreto y electoralmente viable. El proyecto, se troceó, no construimos un discurso adecuado y dejamos de estar en la vanguardia. Se fue a amarrar el resultado y no a ganar.

La unidad es lucha y conflicto, no la paz celestial. Depende de la correlación de fuerzas y de la inteligencia política de aquellos que aspiran a construir un bloque político y social alternativo. El objetivo es claro: impulsar el proceso constituyente y plantearse en serio y hasta el final la conquista del gobierno y la transformación del poder. Este es el problema real y señala con precisión los desafíos y dilemas de la estrategia unitaria.

Convertir un problema de esta dimensión y hondura, como se hace ahora, en una cuestión identitaria centrada en las siglas, es desviarse de la cuestión central e iniciar el camino a ninguna parte. Lo fundamental, hay que insistir, es definir bien la fase y apostar por ser alternativa y no mera alternancia, es decir, plantearse en serio el problema del poder. La unidad no es sumarse a otras fuerzas u ocupar espacios más o menos compartidos electoralmente, es algo muy diferente y mucho más radical: construir desde abajo y a la izquierda, como ha señalado muchas veces Julio Anguita, un contrapoder social con voluntad de ser mayoría, una fuerza (contra) hegemónica que no tenga miedo a ganar y que se tome en serio construir un nuevo proyecto de país. Esta ha sido la propuesta histórica de IU, la plataforma moral e ideal que hemos defendido hasta el presente y que recientemente hemos reafirmado en el Consejo Federal de IU. Lo demás, es secundario y nos sitúa fuera de la política real. 

Es el momento se sumar y no de sumarse. No hay espacios políticos permanentes ni posiciones ganadas para siempre. Los espacios se crean y se definen en la lucha social, se potencian con la organización y se articulan desde un discurso que trabaja en y desde los imaginarios sociales y que cambian el “sentido común” de las clases subalternas. Ser poder es convertirse en fuerza social organizada y en esperanza colectiva; es saber traducir  las demandas de las gentes en mayoría electoral y es, sobre todo, plantearse en serio el gobierno de la cosa pública. Todo ello requiere una  dirección política a la altura de los tiempos: jefes, si, jefes y cuadros, como nos enseñó Lenin y nos tradujo como nadie Antonio Gramsci. Esto es IU, sobre todo IU, no únicamente, pero si la que generó y genera confianza, militancia y voluntad, la Izquierda Unida de Julio Anguita.


                          Manolo Monereo  en Madrid a  25 de Julio de 2014