sábado, 26 de octubre de 2013

Aprender de Portugal: El tiempo y la piel del oso

Una de las cosas que me cuesta más trabajo de comprender es nuestro alejamiento espiritual y humano de Portugal y sus gentes. Pudo ser entendible durante las dictaduras de Franco Y Salazar, después de la Revolución de los Claveles no tiene ninguna lógica. Hemos perdido mucho todos y lo seguiremos haciendo, en momentos en que la complicidad y la alianza de los pueblos ibéricos son algo más que viejas nostalgias. El “tan cerca pero tan lejos” sigue siendo, desgraciadamente, una realidad, sobre todo, hay que subrayarlo, desde esta lado de la raya. 
 Recientemente se celebraron elecciones municipales y locales en el país lusitano que, a mi juicio, tiene mucha importancia y trascendencia también para nosotros, al menos, una referencia que pude ayudar a entender algunos dilemas de la izquierda alternativa española. El primer dato, nada sorprendente por lo demás, es la elevada abstención y el crecimiento de los votos nulos y en blanco. En concreto, dejaron de ir a votar el 47,40 de los inscritos; el 3,87 votaron en blanco y el 2,95 anularon su voto. 
 Un segundo dato de interés, fue el fuerte retroceso de las dos derechas en coalición y la clara recuperación del Partido Socialista. La tendencia es bastante común: se vota contra los gobiernos que aplican las políticas de ajuste neoliberales, con la excepción, bien significativa, de Alemania. Lo de la recuperación del PS es singular: han bastado apenas dos años de gobierno de la derecha para que la ciudadanía se olvide el gobierno de Sócrates y ponga de nuevo su confianza en el social liberalismo. Ciertamente, el PS obtiene peores resultados que en las anteriores elecciones municipales del 2009, pero ser de nuevo primera fuerza y alcanzar una votación de entre 35 y 36 por ciento es un dato especialmente sobresaliente. La nueva dirección del PS se demarcó de las políticas de la derecha gobernante y acentuó, sin demasiada radicalidad, su perfil de oposición responsable. No mucho más. 
Un tercer dato fue, hasta la prensa española ha tomado nota, el ascenso del Partido Comunista Portugués y el retroceso del Bloque de Izquierdas. Algo más de un 12 por ciento de media dicen mucho del tipo de organización de los comunistas portugueses: un partido-comunidad, sólidamente asentado en sus territorios e instrumento de las personas en momentos difíciles. Esto es fundamental: las clases trabajadoras saben que los comunistas no les fallarán y que estarán ahí, dando seguridad, sacrifico y entrega a la causa, como siempre. 
 El Bloque retrocede, moderadamente, en momentos de excepción y de crisis económica y social. Creo que no hay que extrañarse demasiado: desde sus inicios ha representado a sectores intelectuales y capas medias urbanas, grupos juveniles y, en general, a una parte de la población que pretendía situarse más allá del tradicional alineamiento entre socialistas y comunistas. Las elecciones locales siempre han sido las más difíciles para ellos, dada su debilidad organizativa y un arraigo territorial poco consolidado. 
 El cuarto elemento, tiene que ver con el surgimiento de candidaturas independientes. El fenómeno no es menor: consiguen gobernar en la segunda ciudad del país (Oporto) y se extienden en toda la geografía lusa. Se trata de una señal más de la crisis (junto con la elevada abstención y los votos nulos y blancos) del sistema de partidos imperante. Cabe pensar que se trata más de formas que de contenidos; más de un difuso rechazo de los partidos dominantes que de una alternativa sistémica. 
 Estas elecciones nos dicen muchas cosas a nosotros, a los hombres y mujeres que defendemos la construcción una oposición para la alternativa en nuestro país. Lo central: las crisis no significan sin más superación y avance; es más, la historia de nuestro país nos dice mucho, pueden suponer retrocesos enormes y restauraciones de lo peor de la etapa anterior. Cuando hablamos de crisis del Régimen monárquico del 78 estamos diciendo que una forma de dominio político se ha agotado históricamente y que comienza una etapa de transición cuyo centro es la conservación o la transformación de una determinada correlación de fuerzas que todo régimen institucionaliza y perpetua. Esta es la batalla real, en este sentido, cabe decir que el pasado no volverá y si lo hace, será para peor. Es que a una fuerza material solo cabe oponerle otra fuerza material y a ser posible vencedora. Cuando comenzó la “Gran Recesión” se dijo que el neoliberalismo estaba en crisis y hasta se habló de “refundar el capitalismo”. Hoy sabemos que lo que realmente se iniciaba para los países del sur de la Unión Europea fue la “gran regresión” producto de una ofensiva brutal de los poderes económicos apoyada por la derecha y la izquierda de la derecha. Si la izquierda no construye una alternativa social, cultural y electoral al neoliberalismo dominante este no se hundirá y las poblaciones pagarán, como ya lo están haciendo, un altísimo precio. Se trata de una verdadera regresión civilizatoria. 
 Crisis de Régimen pues, pero no hundimiento; sí conflicto, sí disputa durísima por la hegemonía en el proceso y sí lucha entre conservación-restauración, por un lado, y avance-ruptura democrática, por otro. Este es el contenido sustancial de la fase política que vivimos y, no se debe olvidar, que tendrá ganadores y perdedores. Lo fundamental es discernir, aquí y ahora, lo que realmente está en juego. La peor de las actitudes posibles es pensar que estamos ante una discontinuidad pasajera y que pasados unos años todo volverá a ser lo que fue. Se quiere ignorar, no se quiere afrontar, que el pacto social y político que hizo posible la llamada Transición Democrática ha sido roto unilateralmente por los poderes económicos, políticamente representados por lo que se conoce por la Troika y apoyado por la clase política española (incluidas la burguesía vasca y catalana). 
Lo que dicen también las elecciones portuguesas es que el bipartidismo ha sufrido reveses muy serios, desgastes especialmente fuertes, pero de ahí concluir que está en su etapa terminal es un error que hay que evitar; el bipartidismo no caerá por si solo por mucho que se le denuncie y critique: hay que crear una alternativa política y electoral, una fuerza material, que lo derrote, iniciando así el cambio en nuestro país. El bipartidismo ha sido y es un modo de organizar el poder para que los intereses de la oligarquía dominante no fuesen cuestionados ni puestos en peligro por la soberanía popular, por eso sigue siendo el fundamento del Régimen monárquico. No entender esto es equivocarse mucho y generar las condiciones para una transición que signifique la enésima Restauración borbónica y la derrota de las clases populares. 
Derrotar el bipartidismo, construir la alternativa democrático-republica y reivindicar el poder constituyente de la ciudadanía es un mismo proceso. Repartirse la piel del oso del bipartidismo antes de tiempo es un grave error, lo primero es cazarlo y sabemos que será una tarea extremadamente difícil, por mucho que las encuestas señalen tendencias y que los tertulianos de turno insistan una y otra vez que se termino el predominio del PP y del PSOE. Lo que está en juego es el poder de los que realmente mandan: no los dejarán caer sin una lucha feroz. La otra cuestión clave es el tiempo, el tiempo histórico social. 
La transición ha comenzado y las fuerzas de la restauración siguen trabajando a fondo. Andan liados ahora con las (contra) reformas económicas y sociales e inician ya las políticas. Las señales son claras: usar la “anti política”, que ellos han creado, contra la política democrática, con el objetivo de domesticar y anular la soberanía popular, empezando por el sistema electoral. La llamada “cuestión catalana” será clave. Lo que no se haga ahora es posible que mañana no se pueda hacer: el tiempo cuenta y mucho.

 Manolo Monereo. Madrid  a 24 de Octubre del 2013

miércoles, 23 de octubre de 2013

La cuestión nacional, notas para reconstruir un punto de vista




No hace mucho aún podía oírse que la llamada “cuestión nacional”, un problema que había marcado la política española durante décadas, había quedado desfasada. ¿Para qué perder el tiempo hablando de una independencia de Cataluña, Euskadi y Galicia cuando estábamos ante un exitoso proceso de integración supranacional que se llamaba Unión Europea? Asimismo, los nacionalistas (de derecha, tercera pata del sistema bipartidista) decían que lo que había quedado obsoleto era el Estado-Nación, y que las nacionalidades históricas (según el término recogido en la Constitución) alcanzarían una independencia de facto en la cercana “Europa de los pueblos”.

Ambas posiciones siempre han sido las dominantes y han convivido en todos los pactos básicos de la transición política española. La UE constituía el acuerdo de fondo y bastaba con ir aprobando tratado tras tratado con el objetivo de desmantelar el Estado-Nación, la soberanía popular y sus instrumentos económicos, políticos y militares (la OTAN siempre ha estado y está ahí). Más integración, menos Estado. Síntesis perfecta.
Para los partidos mayoritarios, PSOE-PP, el objetivo consistía en llegar al Estado mínimo neoliberal por la mejor vía (la que aparece impuesta desde el exterior), para conseguir que los poderes económicos mandaran, nos disciplinaran, bajo la férrea dirección alemana. Para las burguesías nacionalistas era una gran oportunidad: de-construían el Estado español, conseguían la añorada independencia y, cosa no menor, ligaban su suerte a las Naciones ricas de una Unión que estaba mutando.
Como suele ocurrir, la crisis sistémica del capitalismo que vivimos ha puesto todo patas arriba y desnudado las verdaderas realidades de una Unión Europea auténtica máquina de desposesión y expropiación de derechos, bienes y patrimonio de las poblaciones. En el centro del proyecto está la configuración de una periferia subalterna y dependiente de un núcleo o centro económico y geopolítico dominante. La Europa del Euro ha devenido en la Europa Alemana, que mantiene relaciones coloniales con un Sur sin soberanía y en proceso de involución civilizatoria.
Todo esto obliga necesariamente a cambiar los postulados tradicionales, que ya no son capaces de interpretar la realidad y mucho menos de transformarla. Aquí y ahora: ¿Que significa la independencia de Cataluña o de Galicia? ¿Independencia de España para pasar a ser un Estado de la Unión Europea? ¿Ser un Estado más de esta Europa oligárquica, antidemocrática y dependiente del imperialismo norteamericano? Para las derechas nacionalistas vascas, catalanas (el nacionalismo gallego siempre ha sido plebeyo) esta es su Europa, la del capital, la que privatiza los servicios públicos, la que precariza la fuerza de trabajo y cercena los derechos sociales y sindicales, la que desregula el mercado y desmantela las empresas públicas, la que mercantiliza el conjunto de las relaciones sociales y convierte la democracia en un mecanismo de selección de la clase política al servicio de la plutocracia dominante.
Hoy, el conjunto de los pueblos de España, sus clases trabajadoras, sus jóvenes y sus mujeres viven una situación de dominio y opresión producto de una alianza de clases entre las diversas burguesías en torno al Estado alemán. ¿Qué es la Troika? Es la expresión política de esa alianza que administra los intereses generales de la burguesía en su conjunto, incluida la vasca y la catalana. Las propuestas de independencia deberían verse en este contexto, relacionando cuestión nacional con cuestión de clase, desde un punto de vista anti imperialista.
Hay una reflexión de Castelao que puede ayudar mucho a construir una perspectiva más compleja y rica. Como es sabido, para el autor de “Sempre en Galiza” el independentismo no era una salida realista para su pueblo; las razones de fondo tenían que ver con las dificultades de un pequeño país para sobrevivir en un mundo en permanente lucha entre grandes potencias, en las condiciones económicas, sociales y militares definidas por el capitalismo imperialista. La tarea real, difícil y dura, era construir un nuevo Estado y democratizar el poder, teniendo como frontispicio el derecho a la autodeterminación de las naciones y pueblos.
¿Hoy el objetivo no debería ser la construcción de un nuevo Estado liberado de la Europa Alemana? Podría hacerse forjando una alianza entre trabajadores, pueblos y ciudadanía para construir un Estado republicano y federal, comprometido con los derechos sociales y nacionales, promotor de la democracia económica y ecológica y defensor consecuente de la igualdad sustancial entre hombres y mujeres. Una comunidad de pueblos y naciones libres e iguales que se unen para construir una humanidad liberada del mal social de la explotación, el dominio y la discriminación.
Pero, como pasa casi siempre cuando no se abordan a tiempo las cuestiones que afectan simultáneamente a la razón y a los sentimientos, hoy la cuestión nacional ha explotado en las manos de una clase política que ha estado mirando hacia otra parte durante demasiado tiempo. Y lo ha hecho proyectando una humareda tan densa que en Cataluña ya casi es imposible discernir los problemas reales de lo que son simples subterfugios para eludir la agobiente realidad cotidiana.
Una situación a la que han contribuido eficazmente la mayor parte de las izquierdas, las sindicales incluidas, que atenazadas por lo que han supuesto políticamente correcto, han laminado, hasta casi suprimirlos, los valores tradicionales sobre los que esas izquierdas se construyeron. Y así, con frecuencia, y también de un modo creciente, la identidad de clase se ha ido diluyendo, hasta quedar subsumida en una identidad nacional gestionada hábilmente por la burguesía. Son burgueses, es verdad, pero son “los nuestros”. Un disparate.
La izquierda siempre había defendido la solidaridad de clase, la hermandad de los pueblos, ante quienes eran sus verdaderos enemigos. Ahora, en Cataluña, esa izquierda, de forma mayoritaria, se ha sometido voluntariamente a sus enemigos: la Europa Alemana, la burguesía autóctona.
Lo diremos de nuevo: ¿Hoy el objetivo no debería ser la construcción de un nuevo Estado republicano y federal, comprometido con los derechos sociales y nacionales, promotor de la democracia económica y ecológica y defensor consecuente de la igualdad sustancial entre hombres y mujeres?
Dicho queda. 

Manuel Monereo y Miguel Riera


martes, 10 de septiembre de 2013

Por una oposición para la Alternativa. La crisis de la Europa del euro y las elecciones de la izquierda

La revista Viejo Topo, publica en su último número este artículo que  puedes leerlo pinchando el enlace  en esta foto.



sábado, 13 de julio de 2013

Una Europa alemana: Vichy para todos.


Rebelion

Leyendo el último libro de Rafael Poch (“La quinta Alemania”, escrito junto con Ángel Ferrero y Carmela Negrete) las cosas se entienden mejor y podemos verlas con  perspectiva. El dato central: la reunificación alemana, en el contexto de la disolución del Pacto de Varsovia y de la desintegración de la URRS, cambió la naturaleza de la Unión Europea. Al principio, no se notó demasiado: había que pagar la enorme factura de la anexión de la RDA y hacerlo en condiciones que no pusieran en peligro lo delicados equilibrios de poder en una Europa y un mundo que cambiaba aceleradamente. Lo que vino después es conocido: la Agenda 2010 del gobierno socialdemócrata-verde (lo de rojo-verde me parece excesivo) presidido por Schröder.

Los autores lo analizan detalladamente: un gobierno teóricamente de izquierdas realiza un sistemático desmontaje del Estado social alemán con el objetivo explícito de devaluar los salarios y debilitar el poder de los sindicatos. Una vez más, haciendo lo que la derecha no se atrevería  a realizar y practicando eso que los medios suelen denominar el “coraje reformista” de los políticos que responsablemente gobiernan más allá de las ideologías de derecha e izquierda. Estos son los famosos “deberes” que ya hicieron los alemanes y que ahora nos toca realizar a nosotros, los holgazanes del sur de la UE. Se suele olvidar que el ajuste en estos países ha sido mucho más duro y en menos tiempo y, lo fundamental, que las respectivas bases de partida eran muy diferentes, es decir, que los derechos sociales eran mucho más significativos en el centro que en la periferia.

martes, 2 de julio de 2013

Reseña del libro “De la crisis a la revolución democrática”, Pensamiento (político) contra la banalidad



“De la crisis a la revolución democrática”, de Manolo Monereo, Ed. El Vejo Topo.

El pensamiento “fuerte” constituye un buen antídoto contra el relativismo y la trivialidad. En tiempos en los que prolifera la tertulia de bajo coste y el ruido mediático, volver al Pensamiento (político) con mayúsculas, a la reflexión potente y a la inteligencia radical es también una invitación a no perderse. Porque la política se ha reducido la mayoría de las veces a un anecdotario banal, a declaraciones vacuas y a una miríada de hechos sin contexto. De ahí la necesidad, para no extraviarse, de volver a pensar con pausa, sano distanciamiento y, sobre todo, encarando los problemas desde la raíz.
El último libro del politólogo Manolo Monereo, “De la crisis a la revolución democrática” (Ed. El Viejo Topo), se ofrece como una provechosa guía para pensar. Pero no en el vacío, sino para entender los gravísimos problemas del mundo actual: la devastadora crisis capitalista, sus implicaciones políticas y las posibilidades de transformación que emergen para la izquierda política y social. El libro, que incluye un prólogo de Julio Anguita y un epílogo de Miguel Riera, director de El Viejo Topo, viene atravesado por dos hilos rojos: las ideas de fondo, “fuertes”, que explican el presente; y el compromiso, más bien la militancia, del autor con la izquierda transformadora.  Seguir leyendo

domingo, 30 de junio de 2013

domingo, 26 de mayo de 2013

Cronica Popular sobre el acto en el Ateneo de Madrid





















Sorprende la actualidad y la vigencia de los 13 ensayos que Manuel Monereo ha recogido en el libro que, con ese título, ha presentado el día 22 de mayo en el salón de actos del Ateneo de Madrid. El  primero de ellos, por ejemplo, escrito en 2008 parece haber sido escrito en mayo de 2013. Eddy Sánchez, coordinador general de Izquierda Unida en Madrid, uno de los presentadores del libro, ha aventurado por ello que será uno de los pocos libros sobre el tema que soportará el paso del tiempo.

El libro va y viene de la esfera internacional a la española -aherrojada dentro de la Unión Europea- que para el autor es un verdadero corsé que limita o impide la soberanía necesaria para abordar políticas de salida de la crisis. Por tanto no ve salidas económicas a la crisis porque además hay ese cinturón de hierro de la política del Gobierno alemán que lo impide. Solo hay, dice, salidas políticas.En los trece ensayos, Manuel Monereo rastrea las causas de la crisis en la esfera internacional -la globalización neoliberal, el simulacro financiero-especulativo de la economía que encadena burbuja tras burbuja para sobrevivir- . Y en el ámbito interno español,  los doce años del crecimiento hasta 2008  lo fueron sobre la base de “la utopía del alquimista: convertir los ladrillos en oro” y dentro de un modelo productivo sin base tecnológica. Por ello, una vez desencadenada la crisis los efectos sobre la población son devastadores, lo que no impide una acumulación de poder de las clases dirigentes y un desarme y neutralización de los sectores sociales más débiles.
Rodrigo Vázquez de Prada – co director de Crónica Popular-  calificó a Manuel Monereo como uno de los principales pensadores marxistas de la España reciente, discípulo del filósofo madrileño radicado en Barcelona Manuel Sacristán,  junto a Francisco Fernández- Buey, Toni Domenech, Víctor Rios y José Ramón Capella, entre otros, que con él hicieron las revistas “Materiales” primero y “Mientras tanto”, después. Y el armazón metodológico marxista es muy patente en los ensayos que componen el libro.
La alternativa de futuro que desarrolla a lo largo de sus páginas no es tanto una consecución voluntarista del socialismo ya, sino la de una Revolución Democrática, en la que converjan las izquierdas transformadoras con el norte como camino del socialismo. Una coincidencia singular con la estrategia que proponía Cayo Lara, coordinador federal de Izquierda Unida, como presentador también del libro, que hizo una semblanza humana de Manolo Monereo, recordó el profundo conocimiento de la política italiana y latinoamericana del autor y elogió su amplia labor en la formación de cuadros tanto del PCE como de Izquierda Unida a lo largo de muchos años, tarea que seguirá ejerciendo desde su puesto actual en la dirección de la coalición.
La  presentación del libro de Manuel Monereo en la emblemática institución cultural madrileña fue organizada conjuntamente por CRÓNICA POPULAR, a cuyo Comité de Redacción pertenece Monereo, y la Agrupación Ateneísta “Juan Negrín”, cuyo presidente, el poeta Miguel Pastrana, asimismo secretario general del Ateneo, introdujo el acto en una intervención que dio paso después a las de Rodrigo Vázquez de Prada, Cayo Lara, Eddy Sánchez y el autor del libro, que lo cerró con el desarrollo de la importancia de la Revolución Democrática como objetivo del Bloque Social que tiene que articularse para derrotar al bipartidismo y terminar con las políticas neoliberales que se están aplicando al dictado de “la Troika”.
El autor, firmando ejemplares al final del acto. © Mundo Obrero
El autor, firmando ejemplares al final del acto. © Mundo Obrero

jueves, 2 de mayo de 2013

Cuba vive en un estado de excepción por la agresión constante de Estados Unidos - Manuel Monereo

Las bases sociales para una propuesta programática democrática-republicana (II)


En el artículo anterior expuse, muy sucintamente, los resultados de un estudio realizado por la Fundación del BBVA “Values  and Worldviews” en base a una encuesta  hecha en diez países de la Unión Europea. Ahora intentaré sacar algunas conclusiones que considero pertinentes para, por así decirlo, el debate de las izquierdas sobre nuestro presente y, sobre todo, nuestro futuro.
La primera cosa a subrayar es que una parte claramente mayoritaria de la opinión pública europea rechaza las políticas neoliberales y defiende con  mucha fuerza el Estado social. Para decirlo con más precisión: para las mujeres y los hombres que viven en  la Unión, los derechos sociales y laborales son un componente central de la ciudadanía democrática y de su dignidad como personas.
Una segunda cuestión a señalar es que se produce una hondísima crisis de representación, una enorme sima, entre dicha ciudadanía y las elites políticas, económicas y mediáticas que ejercen realmente el poder. Las personas no tienen dudas: los poderes existentes trabajan por y para el poder económico-financiero y los políticos están a su servicio. Así de claro, y por eso  una parte significativa de la ciudadanía, sobre todo en el sur, está profundamente insatisfecha con el funcionamiento de nuestras democracias. Aquí tampoco cabría equivocarse demasiado: las gentes critican, al menos por ahora, las democracias existentes porque la soberanía popular manda poco o nada y porque las instituciones democráticas son cada vez más subalternas e impotentes ante los poderes fácticos Hay un tercer dato, de valoración más compleja y sutil, con consecuencias políticas de mucho calado; me refiero, a la valoración de eso que se ha dado en llamar economía de mercado. El asunto se podría exponer del siguiente modo: la ciudadanía acepta la economía de mercado sabiendo que es la causante principal de las desigualdades sociales, por lo que  reclama un Estado responsable y garante de los derechos sociales e implicado fuertemente en su control y funcionamiento.  Se diría que la opinión pública,  más allá de los límites tradicionales de la izquierda y derecha, está por un programa de orientación fuertemente socialdemócrata, sobre todo en España.
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sábado, 27 de abril de 2013

Las bases sociales para una propuesta programática -I-



Unas de las cuestiones esenciales del momento es conocer con precisión cómo y de qué forma están afectando los enormes cambios económicos y sociales que estamos viviendo a la consciencia, actitudes y comportamientos de la ciudadanía. Para la izquierda transformadora no es un problema menor: conocer lo que piensan realmente las gentes en momentos donde, parecería, que todas las crisis se acumulan y se anudan en torno al régimen salido de la transición, es ahora un problema político decisivo. Buenas encuestas, en síntesis, para dar un fundamento realista  a las propuestas que se formulan en la esfera pública.
Esto viene a cuento del debate abierto, sobre todo, en los mentideros políticos de la derecha extrema ante la encuesta realizada por la Fundación del BBVA sobre valores y actitudes sociales de las ciudadanas y de los ciudadanos de diez países de la Unión Europea (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Italia, Países Bajos, Polonia, Reino Unido, Republica Checa y Suecia)
El estudio titulado “Values and Worldviews” se realizó por IPSOS entre noviembre del 2012 y enero del 2013, con una muestra de 15 mil personas. ¿Por qué mereció una encuesta como esta tal atención y tan duras críticas de los tertulianos ultras?  Porque se ponía de manifiesto, una vez más, que para una parte sustancial, claramente mayoritaria, de la opinión pública europea la defensa del Estado del Bienestar seguía siendo fundamental  y que cinco años  de crisis habían propiciado el convencimiento de que las políticas de ajustes que se han venido practicando son injustas e ineficaces . Para decirlo con más claridad: la ciudadanía demanda derechos sociales y laborales garantizados por el Estado y una mayor implicación de este en el funcionamiento, regulación  y control de eso que eufemísticamente se llama mercado. Lo peor, de ahí el escándalo superlativo, era que la opinión pública española  era  la más radical en estas posiciones “intervencionistas  y antiliberales”: ¡tanto dinero invertido en propaganda, tertulianos y en sesudos estudios para esto!  Siguel leyendo -->

lunes, 22 de abril de 2013

De la crisis a la revolución democrática



Lo que se intenta argumentar en este libro es que estamos en un cambio de época para peor y que el pasado no volverá. Lo que hay detrás es muy conocido: una grave crisis sistémica del capitalismo histórico, una “gran transición geopolítica” que está definiendo una radical redistribución del poder a nivel mundial, la decadencia del “Occidentalismo” como geocultura dominante y más allá una crisis ecológica y social de grandes dimensiones
En España estamos ante una auténtica involución social y política, marchando aceleradamente hacia el subdesarrollo, convertidos cada vez más en periferia subalterna de una Unión Europea alemana. Estamos viviendo un auténtico Estado de Excepción caracterizado por el predominio de los poderes fácticos, la suspensión del derecho y la progresiva conversión de nuestros sistemas po-líticos en democracias “limitadas y oligárquicas”. Es por esto que el verdadero debate está entre los que aceptan como inevitables ajustes, involuciones sociales y políticas, y aquellos que creen que los derechos sociales y las libertades se defienden profundizando la democracia como desarrollo del autogobierno de las poblaciones, garantizando la soberanía popular y definiendo nuevas reglas que hagan efectivos los derechos sociales y pongan la economía al servicio de las necesidades básicas de las personas.
Lo que eso significa aquí y ahora es proceso constituyente y poder ciudadano, en definitiva, una Revolución Democrática para una República Plebeya