sábado, 15 de agosto de 2015

Paco Fernández Buey: maestro, compañero y amigo



(Para Santiago Fernández Vecilla, la conexión zamorana)
“Déjame que, con vieja sabiduría, diga: a pesar, a pesar de todos los pesares
y aunque sea muy doloroso, y aunque sea a veces inmunda, siempre, siempre,
la más honda verdad es la alegría. La que de un río turbio hace aguas limpias…”

Claudio Rodrígue
Está siendo muy difícil vivir sin Paco. Son ya tres años sin él. Se le echa de menos. Tenerlo ahí, al lado, sabiendo que siempre, siempre, estaba disponible para conversar, para dar opiniones serias y fundadas, combinando mesura, buen juicio y radicalidad analítica. Sobre todo, calidez, afecto concentrado y por ello, contenido, que lo convertía en la fortaleza de una amistad sobria y profunda. Uno, con Paco, siempre sabía a que atenerse; estaba ahí, al lado, ayudando, sin que se notara, haciéndose hábito.

Así lo viví por más de treinta años. Era, para muchos de nosotros, un referente político, filosófico y, sobre todo, moral. Había conseguido una especie de “geografía de los afectos”: estar muy cerca, hacértelo sentir, y a la vez distante, próximo y lejano. Quizás esa era la sabiduría que fue adquiriendo con la edad, con las decepciones, con el estudio y con la reflexión del poeta que llevaba adentro. Sí, poeta, y razonar como tal. La razón moral funciona mejor usando el sentimiento esclarecido, la pasión razonada que era, lo repitió muchas veces, el modo en que entendió siempre la incansable tarea, la milenaria lucha por la emancipación de las mujeres y hombres del mal social del dominio y la explotación.

Era seguridad, dentro de un cierto orden. A muchos jóvenes que no lo conocieron o lo vieron de lejos les puede parecer algo oscuro que una persona mayor, hasta muy mayor, como yo, diga de otra persona, de parecida edad, que le ofrecía seguridad. Ser referente es eso, la seguridad que nos da una posición sólida, fundada, diáfana, anclada en el tiempo y en el espacio, como los astros que iluminaban el navegar de los marineros intrépidos por los procelosos mares de la vida vivida, comprometida siempre con personas e ideas. Muchas se acordarán de la vieja metáfora de Otto Neurath que tanto le gustaba repetir: “somos como los hijos de la mar”. Siempre iba en serio y hasta el final.

Qué pensaría de nuestro país hoy; cómo interpretaría hechos tan dramáticos como los de Grecia, la guerra de Ucrania o las variadas derivas de los procesos emancipatorios latinoamericanos. Cataluña y la propia existencia de eso que se llamó España, cuando la Unión Europea enseña su peor lado. Hablando con él, insisto, disponible siempre, te formabas opinión, riqueza de juicio y punto de vista. Podías estar de acuerdo o no, pero las cosas que decía importaban, ayudaban, daban pistas sensatas y juiciosas. Mesura radical.

Un mes antes de su muerte, quizás menos —Jordi Mir estaba con él, creo—, me llamó Julio Anguita y me preguntó si Paco estaba enfermo. Le dije que sí, que estaba muy enfermo. Me lo preguntaba porque tenía delante a una persona que se parecía mucho a él. Eso sí, estaba más demacrado y envejecido. Anguita, siempre tímido, me dijo: ¿Qué hago? Fácil, te acercas a él y lo saludas. Así lo hizo y fue un momento extraordinario para los dos. Paco, fue su último mensaje, me escribió y me dijo: después de muchos años he vuelto a ver a Julio Anguita: ¿será una premonición? Premonición ¿De qué? ¿De la muerte por llegar? ¿De la vida recobrada? Nunca lo sabré.

Paco, nuestro Paco Fernández Buey, vive, en sus escritos, en su excelente castellano y en su dicción serena y clara. Vive porque los que lo quisimos seguimos añorándolo y pensando en él, con él y desde él. Porque tiene a Salvador López Arnal, el mejor de nosotros, que seguirá luchando por su obra, engarzando pasado y futuro y Miguel Riera publicándolo. Así somos. Nuestro mundo, definitivamente, fue mejor con él.

Manolo Monereo. A 14 de Agosto de 2015. En Arenas de San Pedro, Ávila.
En el centenario de Teresa de Jesús.


jueves, 13 de agosto de 2015

Entrevista



Entrevista a Manuel Monereo, exmiembro de la dirección de IU
"En noviembre habrá que crear una nueva fuerza política más allá de Podemos e IU"

Gara


Nacido en Jaén en 1950, Manolo Monereo lleva a sus espaldas la trayectoria de la izquierda española en las últimas décadas. Expulsado del PCE en 1978 y, posteriormente, miembro de la dirección de Izquierda Unida, es uno de los intelectuales que más apuestan por la «unidad popular» en el Estado español. Alejado de la primera fila política pero no de la conspiración, insiste en la importancia del momento.
Manolo Monereo es una especie de lúcido eslabón entre la izquierda española tradicional, la de una hoz y martillo críticos, con fenómenos nuevos como Podemos. Este politólogo antiguo miembro de la Ejecutiva de IU y actual militante de base conoce bien a Pablo Iglesias o Iñigo Errejón, con quienes ha compartido aulas, reuniones y plató en «La Tuerka» y «Fort Apache».
Las encuestas prevén un estancamiento de Podemos. ¿Puede quedarse estancado en los máximos de la IU de Julio Anguita en 1996?
No tengo una percepción muy clara de que vaya a bajar a los límites del 12%, 13% ó 14% que tuvo IU en tiempos de Julio Anguita. Más bien tengo la impresión de que en el campo de Podemos, en el campo de IU, hay un momento de confusión, de tensiones varias, no siempre bien gobernadas, que han podido generar también en el electorado confusión y pérdida de norte. Mi convicción es que una vez que comience la campaña electoral todo eso cambia y el partido empezará de nuevo.
En una entrevista reciente, pidió «una tregua» entre Podemos e IU. ¿Lo ve factible?
Por las personas que se van a enfrentar, tanto Pablo Iglesias como Alberto Garzón, creo que habrá una percepción de tregua, de debate sensato, de fondo, civilizado. Como vengo insistiendo desde hace mucho tiempo, después de noviembre viene diciembre. Noviembre va a definir, de una u otra manera, elementos centrales de la coyuntura política. Pero hay que estar muy preparados para lo que viene después: una durísima pugna de las fuerzas que están por la restauración, encabezadas por el PP, para imponer un nuevo modelo económico, político y social. Todo lo que sea hacernos demasiado daño en este proceso nos perjudica.
Durante todo el ciclo político se ha afirmado que el régimen de 1978 estaba al caer. ¿Se ha vendido la muerte del bipartidismo antes de tiempo?
Está en una agonía. Hay una lucha a muerte del bipartidismo para no desaparecer. Creo que ha habido mucha ingenuidad en Podemos y en las fuerzas del cambio pensando que los poderes iban a consentir más o menos versallescamente desaparecer. Se han puesto a trabajar los aparatos del Estado y las cloacas. De eso los lectores en Euskadi saben mucho. Creo que hay una agonía del bipartidismo si le damos a agonía el término de lucha, de enfrentamiento. El bipartidismo va a hacer lo posible para mantenerse empleando todos los métodos como siempre ha hecho: métodos legales, ilegales o mixtos. Pero siempre intentando mantener el poder, como se ha visto en Grecia.
Al margen de los ataques, el PSOE no ha caído en la «pasokización» que se vaticinó. ¿Qué ocurre si Podemos termina relegado a muleta de Ferraz?
Habrá que repensar lo que hemos hecho en este año. Lo primero, aprender y hacer una lectura autocrítica. A partir de ahí, las fuerzas del cambio deberían asentarse en el país y construir una estrategia de guerra de posiciones. Hasta ahora la hipótesis Podemos tiene un elemento central: una guerra de maniobra y ataque corta. Tiene elementos de interés y de posibilidad pero, si no se diera, tendríamos que establecer un debate estratégico que nos llevara a una guerra de posiciones porque el poder no se va a contentar. Si las fuerzas del cambio no son suficientes para impulsar el cambio real lo que vendrá es una reacción durísima. No nos engañemos: la alternativa no es el bipartidismo en abstracto o Podemos en abstracto. La alternativa es restauración o ruptura democrática. Si la ruptura democrática no avanza vendrá una reacción durísima. Esa es la clave de lo que viene.
En esta tesitura, ¿la confluencia de fuerzas transformadoras es una alternativa? No parece que Podemos esté dispuesto.
Podemos es la vanguardia de la ruptura y lo vemos muchos de nosotros que no somos de Podemos. El aspecto meritorio que va a tener es que ha abierto una grieta en el poder. Esa grieta hay que seguir ampliándola para que sea un inmenso boquete. Los demás deberíamos buscar fórmulas de unidad electoral y unidad de acción. También de unidad popular. Como saben los lectores de Euskadi, la unidad popular no es un proceso ni fundamentalmente electoral ni estrictamente institucional.
¿Cómo la definiría usted?
Va desde la organización de la sociedad civil, desde abajo, la constitución de un contrapoder social que marque la agenda política, sin la cual no se pueda vivir y no se pueda trabajar.
En el Estado español cualquier iniciativa de este calibre estaría todavía muy verde.
La unidad popular es muy embrionaria, está demasiado mezclada con las cuestiones electorales. Por eso deberíamos intentar la unidad electoral siendo partidarios de ampliar lo máximo posible el Frente del Cambio. En segundo lugar, intentar dar un mensaje concreto al país y, en tercero, poner las bases para estrategias de unidad popular.
IU, pese a que presenta a Alberto Garzón como candidato, mantiene una posición dubitativa. Da la sensación de bicefalia y dificultad para entender el momento actual. ¿Cree que puede terminar desapareciendo o cayendo en lo residual?
Yo haría la pregunta de la siguiente manera: ¿qué tenemos que hacer para que una organización como Izquierda Unida, con su trayectoria, sus miles de cuadros, no desaparezca en un voto marginal al margen de los cambios reales del país?
A esa pregunta, en parte, el propio Alberto Garzón ya ha respondido: después de noviembre va a iniciar la construcción de una nueva fuerza política en el país.
A mi juicio ese es el buen camino. En noviembre lo que hay que poner en el conjunto del Estado es una nueva fuerza política más allá de Podemos, de IU y de miles de hombres y mujeres independientes. Una fuerza política incluyente, nacional-popular, donde podamos definir un gran partido de masas, con una implantación seria en el conjunto del país y un proyecto serio. Me preocupa mucho la política que se hace día a día sin tener estrategia. Para mí, ese discurso estratégico es que en unos meses, después de estas elecciones, habrá que ir a la construcción de una gran fuerza política. Y en esa construcción naturalmente estarán miles de hombres y mujeres de IU.
En Euskal Herria, un grupo de personalidades de la sociedad civil ha lanzado un llamamiento para listas unitarias entre EH Bildu, Podemos, Irabazi, Ezker Anitza o Equo. ¿Cómo valora la iniciativa?
Esto ya pasó en Galiza. Para nosotros, como para Podemos, la experiencia gallega fue muy importante. Se mezclaron dos cosas: por un lado la izquierda soberanista e independentista y, por el otro, la izquierda federalista. ¿Esa posibilidad se puede repetir en Euskadi? Creo que se tiene que intentar. ¿Soy optimista? No. Fórmulas políticas de estas características son muy difíciles en un contexto electoral en el que todo el mundo amenaza con la unidad. Soy escéptico. Creo que para que haya unidad tiene que haber bases objetivas que la hagan posible. La unidad es un proceso de confluencia, de debate de ideas, de luchas, de estrategia, y es evidente que eso no se da en este momento a mi juicio en Euskadi. Ahora bien, también considero que todo lo que sea abrir un debate sobre la unidad que vaya más allá de los alineamientos tradicionales y que se ponga como objetivo la construcción de una alternativa democrática y popular y la ruptura democrática y un proceso constituyente, me parece muy importante. Aunque no haya acuerdo. El proceso constituyente tendrá diferentes canales y vías. No será lo mismo en Catalunya o Euskadi que en Madrid. Pero habrá ruptura democrática. Al menos esa es la ventana de oportunidad que se abre. Si al final no lo conseguimos, apretar los dientes y tirar para adelante.
Da la sensación de que la cuestión nacional de Euskal Herria o Catalunya nunca es prioritaria para la izquierda española. Eso se demuestra con el proceso soberanista catalán.
En Euskadi hay otro debate, no es exactamente ese. Entre otras cosas porque si algo dio Herri Batasuna a la política en Euskadi es escorar el nacionalismo a las clases populares. En Catalunya, con la candidatura de Ada Colau, se encuentra un nuevo eje entre cuestión social y cuestión nacional. Ahora emerge una nueva sintonía, un nuevo núcleo entre cuestión de clase y cuestión nacional popular. Aunque lo veo desde la lejanía y puedo estar equivocado.
«Espero que se recupere la rebeldía»
Podemos surgió con mucha fuerza pero, como consecuencia de su hipótesis, ha modulado su discurso. ¿Cree que se ha dejado demasiado por el camino?
Podemos se ha sentido demasiado golpeado por el poder. En segundo lugar creo que en algún momento demostró debilidad. Es decir, demostró que los golpes les afectaban y eso les dejó durante unos meses sin norte. Creo que ahora están en un proceso de esclarecimiento ideológico aunque todavía les falta un elemento esencial, que es el discurso político. Cuando salieron, de una manera muy fresca, tenían un discurso político muy claro, representando a los de abajo, enfrentándose a los grupos de poder. Creo que ese impulso inicial se ha ido agotando y que lo que hace falta es que de una vez por todas podamos tener un proyecto de país, las bases y las perspectivas que tiene ese proyecto para las naciones y pueblos que configuran el Estado español. Hasta ahora se han dedicado a responder pero no tienen una estrategia definida. Están en transición desde el momento en el que perdieron la iniciativa política y la tuvieron los aparatos del Estado y los medios de comunicación y el momento actual en el que repensar cuál sería aquí y ahora un proyecto alternativo. Espero que el discurso de rebeldía, que el discurso de cambio profundo, de transformación social de Podemos lo recupere para un proyecto que sea entendible para las grandes mayorías.
Fuente: http://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2015-08-11/hemeroteca_articles/en-noviembre-habra-que-crear-una-nueva-fuerza-politica-mas-alla-de-podemos-e-iu

jueves, 6 de agosto de 2015

Tsipras y el síndrome Tina: la alternativa como problema político electoral

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Alexis Tsipras, durante el Comité Central de Syriza celebrado el pasado jueves, 30 de julio. / Orestis Panagiotou (Efe)

Para analizar la Grecia de Syriza sería bueno evitar el lenguaje falsario e intentar, simplemente, decir la verdad. Las derrotas son derrotas y no avances sobre la retaguardia. La condición previa para salir en buenas condiciones de una derrota es encararla con veracidad y afrontarla radicalmente, es decir, ir a sus raíces últimas. El gobierno griego ha sufrido una enorme derrota que va a tener consecuencias graves en Grecia y, más allá, en la periferia sur de la Unión Europea.
Cuando Goliat vence a David siempre hay que condenar al fuerte que se impone y solidarizarse con el débil. Esto obliga a ser cuidadoso en la crítica, a analizar los diversos puntos de vista y, sobre todo, a aprender. Parece claro —Varoufakis ha dado muchos elementos de autocrítica— que la estrategia negociadora ha fallado desde el principio y que no se tenía un análisis realista de lo que es hoy la UE. Tiempo habrá para analizar a fondo los puntos débiles de dicha estrategia. Ahora hay que poner el acento en lo que son las consecuencia inmediatas, no solo para la izquierda griega, de la derrota del gobierno Tsipras.
Como muchos hemos venido diciendo en estos últimos meses, la negociación entre la Troika y el gobierno griego ha sido, desde el principio, centralmente política. Syriza era un mal ejemplo que había que derrotar y convertirlo en una línea de ruptura para los pueblos y para las fuerzas políticas contrarias a la austeridad neoliberal. La lección que se ha pretendido dar es clara: no se puede ir contra las políticas dominantes en la UE y quien se atreva, lo pagará caro; no es de extrañar que el ‘acuerdo’ haya sido el peor de los posibles y que ha podido calificarse de capitulación o entrega sin más a la Troika.
Lo que aparece ahora son las lecciones que debemos de aprender, es una versión burda del síndrome thacheriano TINA (There is not alternative), es decir, no hay alternativa a las políticas neoliberales dominantes, impuestas con puño de hierro por el Estado alemán y asumidas por las clases dirigentes, específicamente, del Sur de Europa. Las próximas elecciones van a tener a TINA en el centro de un chantaje discursivo, que va a ser convertido en una línea de masas para colonizar el sentido común de las gentes: o las políticas neoliberales o la salida del euro, es decir, entre la catástrofe o la crisis autoprovocada; más en concreto, recuperación económica o salida del euro, “corralito”, incluido. En esto estará de acuerdo todo el establishment bipartidista, con el añadido de Ciudadanos; obviamente, con el objetivo de situar a la defensiva a Podemos y a IU.
Muchos de nosotros estamos convencidos, desde hace años, de que la Europa alemana del euro es un instrumento decisivo para propiciar un gigantesco proceso de acumulación por expropiación de los Estados y pueblos europeos, especialmente los del Sur. La UE es hoy un sistema de dominación que organiza y administra los intereses generales de las clases económicamente dominantes, bajo la garantía y la hegemonía del Estado alemán. No basta con afirmaciones de principio, es necesario que las personas, que los trabajadores y trabajadoras hagan su propia experiencia de lucha y de acción, aprendan en lo concreto los límites reales del sistema euro. Estamos hablando de una propuesta política que permita avanzar, aquí y ahora, noviembre y más allá, a las fuerzas democrático-populares y de izquierda, en un contexto de crisis de régimen y ante unas elecciones cruciales.
¿Cómo construir la alternativa, a la vez posible y radical, de ruptura democrática y de transformación social? A mi juicio, en primer lugar, diciendo la verdad sobre la naturaleza de esta UE y no hacerse ninguna ilusión sobre su futuro. La UE es, en muchos sentidos, la anti-Europa, la divide y la convierte en un instrumento subalterno de los intereses geopolíticos norteamericanos.
En segundo lugar, hay que clarificar con precisión la naturaleza del adversario. En esto tampoco nos debemos de engañar: estamos ante un enemigo bifronte que expresa un proyecto común y una alianza entre las clases dirigentes de la UE. El Estado alemán ejerce su hegemonía porque defiende un proyecto en el que están de acuerdo las clases dirigentes de los países del Sur. El bloque en el poder en España, en el que se incorporan partes sustanciales de las burguesías vasca y catalana, está de acuerdo con el modelo productivo y de acumulación que los poderes dominantes y las instituciones europeas han diseñado para nuestro país. Este es el problema central y todo lo demás es secundario.
En tercer lugar, hace falta un programa político, económico y social de transición que defienda la soberanía popular, los derechos sociales y las libertades de nuestro país. Este programa debería expresar una alianza entre pueblos y clases de esa pluralidad que históricamente hemos llamado España. En el centro, la reivindicación de un Proceso Constituyente que dé voz, protagonismo y participación a las mayorías sociales en torno a un Nuevo Proyecto de País.
En cuarto lugar, hay que avanzar en una unidad electoral lo más amplia posible, creando condiciones para que pueblos, clases y grupos sociales puedan estructurarse como sujetos políticos. La Unidad Popular es algo más que una fórmula electoral, es la construcción consciente de (contra-) poderes sociales. Hoy, como ayer, la madurez de una fuerza política está relacionada con su concepción del poder. La característica de esta etapa —Grecia lo pone de manifiesto— es que es posible organizar amplios frentes democrático-populares, pero —es el lado negativo de la cuestión— una vez llegado al gobierno, los poderes reales que éste puede ejercer son limitados.

La tensión entre lo que es necesario y lo que es posible política y electoralmente nos acompañará hasta noviembre. Hacer propuestas políticas teniendo sólo en cuenta lo que dicen las encuestas electorales suele ser un mal método, sobre todo, cuando la crisis llega y las percepciones sociales cambian aceleradamente. El discurso político debe buscar una coherencia entre el proyecto y la propuesta programática. El programa debe de ser percibido como viable, posible y necesario, pero, a la vez, articulado a un nuevo proyecto de país que promueva un imaginario social transformador, creencias e ideas que engarcen razones y pasiones. En definitiva, un discurso por el que merezca la pena comprometerse, luchar y votar. Desde otro punto de vista, propiciar una campaña electoral, por así decirlo, no electoralista donde las personas concretas se sientan parte de una identidad colectiva que crea país y pueblo. Para lo otro, ya están el PP y el PSOE.