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Celebración de la izquierda de la moción de rechazo al primer ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho, el pasado martes, 10 de noviembre. / Miguel A. Lopes (Efe) |
Vivimos en la excepción y no en la
normalidad. La fase va a estar marcada por la inestabilidad, el
conflicto y el cierre en falso de crisis abiertas o por abrir. No es
exagerado lo que digo, llevamos así desde el 2007 y muchos
observadores avizoran en el horizonte una nueva crisis financiera
internacional. ¿Catastrofismo? Para nada. No está escrito en las
estrellas que del mal venga garantizado el bien y con ello la
redención.
Lo que está pasando en el vecino
Portugal es todo menos normalidad. Un presidente de la república que
impone un gobierno sabiendo que pronto caerá (como así ha sido) y
que lanza una filípica contra la catástrofe geopolítica y hasta
cósmica de un gobierno de izquierdas. Un Partido Socialista que,
contra todo pronóstico, abre un proceso de negociación con el
Bloque de Izquierdas y, sorpresa mayor, con el Partido Comunista. Lo
del Bloque parecía previsible pero no probable; en la campaña
electoral este partido mostró su disponibilidad para llegar a un
acuerdo con las demás fuerzas de izquierda, siempre que hubiese un
rechazo claro y nítido a las políticas austericidas de la Troika.
Lo del PCP es, por decirlo de alguna manera, singular y, en muchos
sentidos, excepcional. El ‘proyecto patriótico e
internacionalista’ de los comunistas portugueses le había
enfrentado con muchísima dureza al Partido Socialista y, en parte,
al Bloque de Izquierdas. ( Continúar leyendo aquí -->)
Se trata, a mi juicio, de un segundo
ensayo. Primero ha sido Grecia y ahora viene Portugal. ¿En qué
sentido un segundo ensayo? Que se puedan hacer políticas de
izquierdas sin romper con la lógica, no solo de la Troika sino del
Tratado de Lisboa y, sobre todo, del Pacto de Estabilidad y
Gobernanza, sabiendo que se está aplicando un memorándum firmado
por la derecha y que es obligado renegociarlo, de una u otra forma,
con las instituciones de la Unión. Es de imaginar que la izquierda
lusa ha analizado a fondo la experiencia griega y que está preparada
para hacer frente al envite. No será fácil, creo.
Aun así, habría que preguntarse,
dadas las condiciones de franca y abierta anormalidad, por qué se
llega a un acuerdo de este calibre, inédito en Europa, al menos,
desde el programa común francés del 1982. Creo, en primer lugar,
que una propuesta así formulada se debe a la necesidad de responder
a las demandas de liberarse de las políticas de austeridad que
siente una gran parte de la población portuguesa. Las cifras son
conocidas y podemos decir sin equivocarnos, que después de Grecia ha
sido Portugal la que más ha sufrido las consecuencias económicas y
sociales de las políticas de ajuste neoliberal; con una cuestión no
menor, que a pesar de todo, la derecha ha salido vencedora de estas
elecciones.
Lo del Partido Socialista, en segundo
lugar, tiene, a mi juicio, una explicación más compleja. Incrementa
votos y diputados, pero lejos, muy lejos, de sus previsiones,
mientras mantiene a su anterior secretario general y jefe de gobierno
en la cárcel por corrupción. De no hacer un acuerdo con la
izquierda, el Partido Socialista estaba abocado, creo, a una nueva
crisis interna y a un congreso extraordinario. ¿Una fuga hacia
delante? ¿Hacer del vicio virtud? Pronto lo sabremos. Sigue sin
haber un programa común acordado por las tres grandes fuerzas, a las
que habría que añadir el Partido Ecologista. La documentación
conocida hasta ahora ha sido tres pliegos de reivindicaciones, más o
menos desarrolladas, firmadas, por separado, por cada una de estas
fuerzas con el Partido Socialista. Tampoco sabemos si habrá o no
gobierno de coalición o gobierno de programa apoyado
parlamentariamente. Llamar a la prudencia y al rigor resulta en este
momento, obligado. Una cosa queda, sin embargo, clara y diáfana: el
respeto del gobierno portugués entrante a los Tratados de la Unión
y al marco geopolítico definido por la OTAN.
La presencia, en tercer lugar, del
Partido Comunista Portugués en este acuerdo es muy relevante. Si
algo caracteriza a este Partido es su coherencia política y
programática y su animadversión a los giros radicales y a las
políticas improvisadas. Se ha dicho que la presencia del PCP en este
acuerdo tiene que ver con la competencia que le hace por la izquierda
el Bloque. No creo que esto sea lo fundamental aunque, sin duda,
influye, entre otras cosas, porque no es la primera vez que el Bloque
tiene más diputados y más votos que el PCP. A mi juicio, el giro
radical del PCP está relacionado, por un lado, con sus propios
resultados electorales, en un sentido muy preciso: después de años
de oposición, de luchas y movilizaciones los comunistas portugueses
repiten resultado y sacan un diputado más. El PCP resiste pero es
incapaz por sí mismo de cambiar el tablero político; para decirlo
de otra manera, en las condiciones portuguesas, no bastaría ya solo
con resistir, haría falta algo más, hacer política, intervenir,
forjar alianzas y salir del aislamiento. De otro lado, se va a un
acuerdo con un Partido Socialista debilitado y con problemas internos
graves, a lo que habría que añadir las aspiraciones de una gran
parte de la población a salir del infierno de la Troika y mejorar
sus condiciones de vida y de trabajo aunque esto no suponga cambios
radicales.
En cuarto lugar, la posición del
Bloque de Izquierdas es diferenciada y más clara estratégicamente.
El Bloque ha ido definiendo un espacio político más allá de la
pinza objetiva que significa competir con un fuerte PS y un fuerte
PCP. Ha intentado construir una izquierda alternativa muy ligada a
las tradiciones socialistas del movimiento obrero con una apertura
sustancial a lo nuevo, es decir, al ecologismo político y al
feminismo, creando un marco político propio y autónomo. El Bloque
ha defendido en la campaña una propuesta nítida a favor de la
convergencia de las izquierdas en torno a un programa anti austeridad
y se ha preparado para ello programática y políticamente. No
necesita cambiar ni girar sustancialmente de la política que, con
mayor o menor peso electoral, ha venido defendiendo en los últimos
años.
Se podría intentar ahora encontrar
similitudes y diferencia entre el proceso griego y el portugués, aún
no iniciado del todo. No me parece riguroso hacerlo en este momento.
Hay muchas cuestiones abiertas e incertezas de cara al inmediato
futuro. Sin embargo, una cuestión sí merece la pena reflexionar
sobre ella, es de carácter muy general y afecta, directa o
indirectamente, a toda la izquierda transformadora en Europa. Se
podría formular de la siguiente manera: existe el convencimiento de
que la Europa del euro impide hacer políticas económicas y sociales
de izquierdas; a su vez, para una parte muy importante de la
población, la salida del euro y, eventualmente, de la Unión Europea
no está en el horizonte de lo posible y de los deseable. Esta es la
tensión que intentó superar Txipras, con el resultado que ya
conocemos. Parecería que entre las fuerzas firmantes del acuerdo se
vive una contradicción ahora sutil, pero que puede acentuarse mucho
en un próximo futuro, a saber, entre aquellos que al final, previa
negociación a cara de perro, se acomodarían a los límites
impuestos por la Troika y aquellos otros que intentarían, de una u
otra forma, ir más allá, radicalizando el proceso, combinando
negociación y lucha social, desde una crítica de masas a las
políticas que pretenden imponer los poderes europeos. Veremos.
Portugal va a ser, está siendo ya, el
segundo ensayo. Hay que seguir discutiendo y, sobre todo, haciendo.
Portugal no debe de estar como Grecia, sola. ¿Sería tan difícil
que las izquierdas del Sur de Europa creáramos un foro de debate, de
discusión, de información y acción? ¿Seremos capaces de construir
un internacionalismo más allá de la retórica que, al menos, nos
permita aprender juntos y, en la medida de lo posible, conseguir una
unidad de acción en lo concreto? Una cosa sí parece clara: la
Europa alemana del euro es un problema real que no se puede eludir.
Publicado en Cuarto Poder
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